Resumen de las Jornadas sobre eficacia del desarrollo: una mirada autocrítica al papel de las ONGD
Los días 17 y 18 de mayo tuvieron lugar las jornadas “Renovando nuestro papel: eficacia del desarrollo y las ONGD” que la Plataforma 2015 y más organizó con el objetivo de reflexionar y debatir sobre algunos de los aspectos que afectan y preocupan a las ONGD.
Las discusiones, inspiradas por una revisión y mirada autocrítica del papel que las ONGD están desarrollando giraron en torno a cuatro ejes de análisis y debate: i) las relaciones que las ONGD establecen con otros actores de la sociedad civil, ii) los modelos organizativos desarrollados por las ONGD, iii) la existencia de un entorno que facilite la participación de la sociedad civil en la construcción de la política pública de cooperación para el desarrollo, iv) las prácticas de rendición de cuentas llevadas a cabo por las ONGD.
Una de las ideas que ha latido con más fuerza a lo largo de todos los debates es la constatación de una profunda transformación experimentada por buena parte de las ONGD españolas. En este proceso de cambio las ONGD se han alejado de su naturaleza fundacional, han visto limitada su capacidad de movilización social y transformación de la realidad, y han visto disminuida la relevancia que han tenido al menos en los últimos tres lustros como agentes de desarrollo.
Algunos de los elementos que originan esta transformación han sido positivos, como la calidad en las actuaciones fruto de los elevados niveles de formación y perfiles profesionales de numerosas ONGD, la presencia en espacios de interlocución, o el alcance y grado de difusión de sus mensajes y acciones, entre otras cuestiones. Sin embargo, muchos otros elementos que también explican la profundidad de los cambios han contribuido a que la transformación haya derivado en una marcada desnaturalización de estas organizaciones.
En este sentido, son numerosas las ONGD que coinciden al apuntar que están viviendo un periodo de cambios en el que reconocen que se está jugando, no sólo el futuro del sector, sino también parte de las posibilidades de éxito de su razón de ser: la transformación social de las condiciones de vida de la mayoría de la población mundial. Ante el convencimiento de estar viviendo una serie de procesos de cambio muy acelerados, las ONGD echan la vista atrás y consideran imprescindible tener en cuenta los aprendizajes y hallazgos obtenidos después de década y media de transformaciones.
Así pues, existe un cierto consenso entre las ONGD a la hora de identificar los aspectos que han influido de manera más decisiva en el citado proceso:
- Se ha producido una excesiva burocratización y tecnocratización —algo distinto a la profesionalización— de las ONGD, que ha consolidado una “cultura de de la gestión”, al tiempo que ha atenuado los perfiles políticos de las organizaciones.
- Como resultado, se ha producido una crisis de identidad entre las ONGD españolas, que han visto una cierta desvinculación de sus acciones respecto a sus valores y motivaciones originales.
- Este proceso ha fomentado la construcción casi generalizada de un discurso aséptico, en ocasiones amparado en la neutralidad, que ha contribuido a transformar la relación de las ONGD con la ciudadanía, reflejada en una progresiva pérdida de base social. Como resultado, la capacidad de movilización social de las ONGD se ha visto reducida.
- Las ONGD han incorporado e interiorizado una lógica competitiva en su discurso, en sus prácticas y en sus relaciones con otros actores, y de manera especial con otras ONGD. Este hecho ha incidido de manera negativa en la capacidad de construir una lógica cooperativa por parte del colectivo de las ONGD y, con ello, la construcción de discursos colectivos con mayor capacidad de transformación e incidencia.
- ONGD han perdido cierta capacidad de análisis y comprensión de la agenda política —no así de aspectos técnicos—, tendiendo así hacia una simplificación de la realidad.
- Como consecuencia, se ha producido una pérdida de capacidad de generación discurso y de construcción narrativas alternativas tanto al modelo vigente de desarrollo como a las políticas de cooperación.
Esta desnaturalización también se observa en el marcado distanciamiento —más allá de la diferenciación— de las ONGD hacia otro tipo de actores y organizaciones de la sociedad civil tanto del Norte como del Sur.
Uno de los ámbitos en los que más claramente se escenifica este distanciamiento, como se ha apuntado, es en las relaciones con la base social de las organizaciones. Existe una extendida preocupación en las ONGD por las dificultades para ampliar su base social. Tal vez producto de su excesiva tecnificación, o bien por una comunicación demasiado orientada a la búsqueda de financiación, y quizás influidas por el contexto de despolitización que viven nuestras sociedades, lo cierto es que las ONGD apenas logran fortalecer sus atractivos como espacios de participación social. En este sentido, en las jornadas se reiteraron expresiones de llamamiento a “re-politizar” el trabajo de las ONGD, en tanto que espacios de participación ciudadana y en tanto que organizaciones activas en la construcción de políticas públicas coherentes con los retos que plantea un nuevo modelo de desarrollo. Queda por delante matizar y profundizar en lo que esa “re-politización” puede significar, desde la perspectiva de la gestión, de la comunicación, de las relaciones con otros actores sociales y gubernamentales y teniendo muy presente que debe contribuir a reconducir y a romper la asimetría que también se reproduce en los trabajos propios de la cooperación al desarrollo.
Asimismo, otro de los ámbitos en los que se puede observar este proceso de manera más clara es en la evaluación de las relaciones entre las ONGD y los movimientos sociales. Estas relaciones se caracteriza en la actualidad por la indiferencia y el conflicto, tendencias ambas que además parecen crecientes, a menos que algún cambio de rumbo pudiera proporcionar nuevos espacios de complicidad y colaboración.
Se trata este de un ámbito estratégico para ambos actores por sus potencialidades complementarias para la transformación social. Los movimientos sociales y ONGD, coincidentes en buena medida en sus objetivos de transformación social, expresan notables diferencias en las estrategias para lograrlo. Ambos, sin embarco, carecen, por sí solos de suficiente capacidad para el logro de sus objetivos finalistas de transformación. La capacidad de movilización de los movimientos sociales con la que logran irrumpir en las agenda y la presencia en espacios de interlocución y el acceso a medios de comunicación de las ONGD ofrecen posibles complementariedades para reorientar las relaciones entre ambos actores de la sociedad civil hacia la superación de la indiferencia y el conflicto, y a favor de la transformación social.
Otro de los escenarios que ilustran la deriva tecnocrática frente a los posicionamientos y planteamientos más políticos y profundos es el modelo de relaciones establecido con las organizaciones de los países del Sur. Se trata de un tipo de relaciones mediatizado por un modelo de rendición de cuentas orientado hacia el control del gasto y la fiscalización que traslada buena parte de las exigencias y las demandas a las organizaciones locales.
Se trata de un modelo de rendición de cuentas deficiente preocupado por cumplir —de manera parcial— con la función de control sobre el uso de los recursos, pero que desatiende otros aspectos relevantes como la redistribución de las responsabilidades, derechos y obligaciones en las relaciones de cooperación, o la generación de conocimiento y aprendizaje útil —mutuo y múltiple— dirigido a los diferentes actores que participan en los procesos de cooperación.
Las ONGD, al asumir este modelo de rendición de cuentas, trasladan la burocratización y tecnocratización a las relaciones con las organizaciones socias, contribuyen a reproducir la asimetría en las relaciones de cooperación, ven limitadas las posibilidades de hacer fluir el aprendizaje organizativo a lo largo de la cadena de la ayuda y de contribuir al fortalecimiento del tejido asociativo de los países socios. Además con ello se reduce la capacidad de incidencia a escala transnacional, y de potenciar redes entendidas como flujos de información y de trabajo conjunto.
Este marco restrictivo de la rendición de cuentas en el que actúan las ONGD hace especialmente relevantes la puesta en marcha de herramientas colectivas de transparencia y rendición de cuentas que ofrezcan información de utilidad tanto para la ciudadanía como para las organizaciones locales.
Los debates mantenidos en las jornadas han evidenciado, así pues, un claro consenso sobre el efecto limitador que la carga de la gestión ejerce en las ONGD. Se trata de un efecto que ha conducido a las ONGD a anteponer la cadena de supervivencia —aquella compuesta por las decisiones que apuntan a la viabilidad organizativa— a la cadena de valor —aquella compuesta por las decisiones que conducen a las ONGD a cumplir con su misión—.
Este análisis debe conducir a una autocrítica y a la revisión de las prácticas y los modelos organizativos. No obstante, el análisis debe ser completado con una mirada igualmente crítica al entorno en el que actúan las ONGD, para avanzar hacia la construcción de un entorno favorable a la participación de la sociedad civil en la construcción de la política pública de cooperación.
El marco normativo e institucional, así como el modelo de gestión de la política pública de la cooperación española y el papel concedido a las ONGD en esta, no contribuyen a la construcción de un entorno favorable para garantizar una participación de calidad. Es decir, una participación que salvaguarde la autonomía de las organizaciones sociales y potencie su capacidad de transformación.
Muchas de las restricciones de este marco se explicitan en el modelo explicativo de la cadena de la ayuda, muy presente en buena parte de los discursos y las intervenciones de las jornadas. Este modelo evidencia cómo la toma de decisiones recae de manera principal en los donantes, la responsabilidad sobre los resultados de las acciones lo hace sobre los destinatarios, y la carga administrativa y burocrática se intensifica a medida que descendemos a lo largo de la cadena de la ayuda.
La agenda de eficacia de la ayuda, planteaba —desde una perspectiva excesivamente técnica— un modelo en el que las relaciones entre países donantes y socios se orientaran hacia negociación y diálogo de políticas. La sociedad civil organizada respondió a esta agenda reclamando su espacio y apropiándose de los principios de la eficacia de la ayuda como marco que volvía a legitimar su espacio de participación. Pero como se indicó durante las jornadas, no basta esa mera participación de la sociedad civil, sino que es necesario recuperar un espacio de negociación para la construcción de políticas.
La sobreatención a los aspectos de supervisión de la ejecución económica de las acciones de cooperación y el cumplimiento de las tareas administrativas termina absorbiendo buena parte de las energías, esfuerzos y recursos de las ONGD. Como se evidenció en el desarrollo de las jornadas, se produce una distorsión que termina desplazando al debate político, desatendiendo así las responsabilidades que las administraciones públicas y las ONGD —distintas, pero ambas importantes— tienen en la construcción de una política pública que sitúe a los procesos de desarrollo en el centro del debate. Este hecho es crítico ya que resta a las ONGD capacidad estratégica para generar un discurso crítico capaz de alimentar y enriquecer la política pública de cooperación para el desarrollo.
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