Crisis financiera y déficit democrático
Temática: Participación y Ciudadanía.
Autoría: Allen Kregel, Jan (Coordinador/a) Cardim de Carvalho, Fernando J. (Coordinador/a)
Año de Publicación: 2009
Ibase, miembro de Red Puentes Brasil, presenta su nueva publicación "Crisis financiera y déficit democrático", resultado de una investigación del proyecto "Liberalización financiera y gobernabilidad global", coordinado por esa organización. Este segundo volumen, trata de los procesos financieros que desencadenaron la crisis y analiza las faltas regulatorias de dicho proceso. Presenta aún maneras en que las instituciones de la sociedad civil pueden hacer frente a estas cuestiones discutiendo algunas alternativas para encarar el "déficit democratico" en el modo de operar de entidades como el Comité de Basilea, tarea crucial en el camino hacia una governanza financiera internacional más democrática
1* Presentación
Este es el segundo volumen producido por la iniciativa Liberalización financiera y gobernanza global: el papel de las entidades internacionales, que tuvo inicio en julio de 2006, coordinada por Ibase y desarrollada con la colaboración de especialistas y activistas de 13 países y el apoyo de la Fundación Ford. Su objetivo es investigar el déficit democrático que caracteriza el modo de operar de las instituciones financieras internacionales así como también proponer alternativas para superarlo. Se trata de una iniciativa que desea contribuir a la instrumentación de las organizaciones y movimientos sociales, parlamentarios, y de gobiernos de países en desarrollo, entre otros, para que puedan luchar políticamente por la demanda de voz e influencia en las instituciones que deciden la reglamentación que deben cumplir las instituciones financieras de todo el mundo. Dichas decisiones producen un impacto profundo y directo sobre la vida y el bienestar de las poblaciones. Asimismo, limitan la libertad de elección en relación con las políticas públicas, especialmente por parte de lo gobiernos de los países en desarrollo, los cuales tienen una participación nula o muy reducida en los procesos deliberativos de esas instituciones. En el primer volumen, ¿Quién controla el sistema financiero?, se trató el déficit democrático de las instituciones internacionales dedicadas a la formulación de estrategias de regulación financiera. Se analizó la naturaleza de los procesos implicados en la toma de decisiones y se explicitó tanto su importancia como los impactos de su trabajo. Se analizaron especialmente las operaciones de instituciones poco conocidas por el público en general, pero cuya importancia es fundamental en la regulación del sistema bancario, como el Comité de Basilea. En este nuevo folleto, tratamos el fracaso del sistema regulatorio que llevó a la crisis actual, la cual, debido a su magnitud, ha instado a los gobiernos de los países desarrollados a intervenir drásticamente en los mercados y en las instituciones financieras, algo inimaginable hasta hace pocos meses. Realizamos una breve descripción de los procesos financieros que desencadenaron la crisis; analizamos las fallas regulatorias de dicho proceso; y, finalmente, nos referimos a la manera en que las instituciones de la sociedad civil pueden hacer frente a estas cuestiones discutiendo algunas alternativas para encarar el déficit democrático en el modo de operar de entidades como el Comité de Basilea, tarea crucial en el camino hacia una gobernanza financiera internacional más democrática. Este es un momento privilegiado para promover cambios y debe ser aprovechado por los movimientos y las organizaciones sociales. Esta iniciativa tiene como objetivo contribuir al desarrollo de la capacidad analítica, entre militantes y líderes de movimientos y organizaciones de la sociedad civil, fortaleciendo de este modo su postura crítica y acción política contra la globalización financiera neoliberal.Los coordinadores, Fernando Cardim de Carvalho e Jan Kregel, produjeron este texto, que se publica aquí, tomando como base las informaciones de los trabajos que produjeron los participantes de esta iniciativa, así como los debates realizados en dos talleres. No obstante, la responsabilidad final de los textos es de los coordinadores. Los análisis producidos por varios de los participantes están en el portal de Ibase < www.ibase.br>.
2* Introducción. Crisis financiera, fracaso regulatorio y déficit democrático
No importa cómo termine el año 2008, se lo recordará como el año en que tuvo lugar el episodio más grave a nivel mundial del más profundo pánico financiero desde la gran depresión de 1930. De hecho, la opinión generalizada y expresada públicamente entre analistas económicos, funcionarios de gobierno, banqueros, financieros y políticos es que la crisis financiera de 2008 ha sido sólo el comienzo de otra Gran Depresión. Como consecuencia de ella, los gobiernos de muchos países, entre ellos los de los Estados Unidos de América, el Reino Unido y otros en Europa Occidental, América Latina y Asia, han anunciado una serie de medidas de intervención directa, inclusive algunas impensables hasta hace poco, como por ejemplo la nacionalización en gran escala de instituciones financieras y grandes paquetes de gasto público. Las causas inmediatas de la crisis son bien conocidas. A medida que progresaba el boom de los bienes raíces, se otorgó un creciente número de préstamos hipotecarios con cronogramas de devolución a tasa ajustable a personas con ingresos insuficientes, o que carecían de un empleo fijo o patrimonio para garantizar dicha devolución. Estas hipotecas fueron agrupadas por un amplio espectro de instituciones financieras, inclusive bancos, a fin de constituir títulos respaldados por activos denominados obligaciones hipotecarias garantizadas (CMO según su sigla en inglés), las que se vendieron a fondos de inversión, a otras instituciones financieras y a inversionistas institucionales, en un proceso conocido como securitización. Fue necesario que estos activos recibieran una calificación con grado de inversión (superior a BBB + o Baa3) de parte de una agencia nacional de crédito reconocida a fin de que resultaran aptos de ser adquiridos por instituciones del mercado de capitales, como por ejemplo un fondo de pensión, cuyas inversiones se restringen a dichos activos. En retrospectiva, uno podría preguntarse cómo los bancos, los inversores institucionales y las agencias calificadoras de crédito, todos ellos con planteles altamente profesionales, y analistas bien pagados pudieron haberse equivocado tanto. Existen muchas explicaciones, muchas de estas variaciones sobre una misma idea básica: una falla masiva de orden regulatorio en cada uno de los niveles del proceso de securitización hipotecaria, que abarcó a todo el sistema financiero que creó la oportunidad para la primera crisis sistémica desde la gran depresión. Si esta opinión "consensuada" es correcta, entonces el argumento que sostiene que la representación en las instituciones internacionales que se ocupan de los patrones y los códigos para la regulación financiera, debería restringirse a un pequeño número de peritos técnicos de aquellos países en los que la normativa está más avanzada, podría haber sufrido un golpe fatal. Como se comentara en una publicación anterior[1], es esta opinión la que ha llevado a la creación de entidades internacionales que se ocupan de las principales regulaciones financieras como el Comité de Basilea de Supervisión Bancaria cuya membresía es altamente restringida, excluyendo incluso a algunas economías industriales menores, y a todos los países en desarrollo, inclusive a poderes económicos emergentes como por ejemplo al grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Sólo los países del G-10 (Alemania, Bélgica, Canadá ,Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza) son miembros del Comité, aun cuando las normas que éste formula para la regulación bancaria han sido adoptadas por todos los países. Esto crea un flagrante "deficit democrático" comúnmente justificado como necesario porque permitirá debates más enfocados que llevarían a conclusiones más eficientes y técnicamente superiores. Implícita en dicha opinión está la idea de que los organismos reguladores de los países del G-10 están mejor preparados para ocuparse de las prácticas sofisticadas de las instituciones financieras de avanzada que operan en las economías más desarrolladas del mundo. Se sostiene que permitiendo la participación de representantes de otros países sólo se restaría eficiencia a los debates, ya que los miembros del Comité se supone están familiarizados con las más modernas prácticas financieras e idean métodos para contener sus riesgos, mientras que los reguladores de otros países carecen de tal experiencia y pericia. La crisis actual ha dado por tierra con este razonamiento en forma espectacular. La crisis comenzó en los Estados Unidos, sede de los mercados e instituciones financieras más sofisticadas como de los reguladores financieros supuestamente mejor preparados y más experimentados del mundo. Por contagio la crisis se ha extendido a los bancos de Europa Occidental, en particular del Reino Unido, en donde se podría esperar encontrar quizás a los segundos mejores reguladores financieros del mundo. Las economías emergentes están sufriendo también el impacto de una crisis que no fue de su creación y no tuvo nada que ver con las prácticas y procedimientos financieros o con las fallas regulatorias que tuvieron lugar en aquellos países. Los desequilibrios más notorios y los factores de vulnerabilidad se acumularon en realidad justo bajo la mira de lo que se suponía eran las regulaciones más modernas administradas por los reguladores que hoy en día se declaran perplejos por la codicia de las instituciones financieras. El déficit democrático de las entidades regulatorias internacionales, tales como por ejemplo el Comité de Basilea no contribuyó a una economía mundial más segura y estable. En efecto, la lista de desventajas que surgen de las normas de conducta financiera propuestas por tales entidades es larga y será resumida más adelante. La medida del fracaso de estas entidades en el cumplimiento de su auto-atribuido rol es en realidad tan abrumadora que no se puede esperar que otros países orienten su conducta de acuerdo con las normas que tan obviamente fracasaron en generar una estabilidad sistémica. En el resto de este documento resaltaremos las principales fallas regulatorias que permitieron el surgimiento de la actual crisis y que crecieron hasta un punto en que los países desarrollados terminaron adoptando medidas desesperadas en un intento por evitar el pánico y la depresión económica. En la siguiente sección, presentaremos una descripción muy compacta de los procesos del mercado financiero que engendraron la crisis actual. Luego exploraremos la secuencia de fallas regulatorias que marcaron estos procesos. A este tratamiento le seguirá un análisis resumido de si la situación hubiera sido mejor de haberse implementado en el mundo estrategias regulatorias como la propuesta en el acuerdo Basilea II. Finalmente, nos ocuparemos del problema de cómo podrían las organizaciones de la sociedad civil hacer frente a estos problemas y por qué es más crucial que nunca superar el déficit democrático que marca la operación de tales entidades como el Comité de Basilea.NOTAS:
- ®CARVALHO, Fernando J. Cardim de; KREGEL, Jan Allen. ¿Quién controla el sistema financiero? Ibase, Río de Janeiro, Junio 2007. <http://www.ibase.br/userimages/quien_controla_el_sistema_financiero.pdf>
3* La crisis
Las raíces de la crisis actual se encuentran en el amplio apoyo brindado a la liberalización financiera y que llevó a una importante desregulación de los mercados locales financieros en la década de los años 1980. Paralelamente, se produjo un movimiento hacia la liberalización de las políticas económicas que se aplicaron en los países en desarrollo que ahora se conoce como el "Consenso de Washington". Este movimiento se basó en la idea de que la reducida participación del gobierno en la economía real debía estar acompañada por un mayor rol de los incentivos de mercado en el área financiera. Se sostuvo que las regulaciones financieras entonces existentes eran demasiado estrechas y protectoras de las instituciones, que ahogaban la innovación y mantenían demasiado alto el costo del capital para los prestatarios. Las tasas de interés direccionadas y los controles de tasas fueron bautizados "represión financiera", a la que se le atribuyó la culpa de mantener los ahorros privados demasiado bajos en relación con las necesidades de acumulación de capital, crecimiento y prosperidad. La promesa de la liberalización financiera era el lanzamiento de una nueva era de mayores inversiones y altas tasas de crecimiento para todos. Por otra parte, el movimiento tenía un fuerte componente ideológico, que se basaba en la creencia de que los mercados siempre sabrían más que los gobiernos. Cuando la actual crisis financiera sugirió lo contrario, algunos de los primeros campeones de la liberalización financiera, como es el caso de Alan Greenspan, ex presidente del Federal Reserve (Fed, banco central de los Estados Unidos), admitieron estar "en un estado de conmoción y descreencia"[2]. El impacto de la liberalización financiera sobre las economías desarrolladas y en desarrollo fue amplio y profundo. Uno de sus aspectos centrales fue el desmantelamiento de las barreras que separaban y protegían segmentos específicos de los mercados financieros, como el sector comercial bancario y las actividades de negociación de títulos/valores. Se trató de una medida de doble filo: por un lado, abría nuevas oportunidades para que aquellas instituciones financieras que se habían visto anteriormente confinadas a específicas operaciones financieras exploraran otras líneas de negocios; por el otro creaba o aumentaba presiones competitivas a las instituciones que tradicionalmente habían contado con las barreras de protección ante la competencia creada por la regulación. Fue así que las instituciones financieras más agresivas trataron de sacar provecho de líneas de negocios más rentables, desarrollando a menudo innovaciones financieras que les permitían relacionarse directamente con las entidades que originalmente habían ocupado estos segmentos. Las otras instituciones en tanto se vieron forzadas a cambiar a fin de mantener sus posiciones frente a los ataques de competidores agresivos. La presión para aumentar la rentabilidad en el medio ambiente financiero recientemente liberalizado llevó a un movimiento extendido de consolidación en el sistema, en el que las instituciones financieras más lentas fueron devoradas por los competidores más agresivos. La consolidación, sin embargo, no resultó suficiente para elevar la rentabilidad, particularmente en la década de los años 1990. Este período introdujo un nuevo tipo de crisis financiera, relacionado con la reversión de flujos de capital, más que con el desequilibrio de las cuentas corrientes, y en su mayor parte estuvo confinada a los países en desarrollo. En ninguno de ellos representó una amenaza significativa a las economías industriales, con la posible excepción de la crisis rusa de 1998. La economía estadounidense creció en forma razonablemente sostenida durante toda la década, mientras que Europa Occidental avanzaba muy poco y Japón se hundía en un estado semidepresivo. Una característica notable del medio macroeconómico internacional de la última parte de la década de los años 1980 y la década de 1990 fue la dramática reducción en la volatilidad de las variables macroeconómicas y en particular en las tasas de inflación tanto en los países desarrollados como en desarrollo, que se llegó a conocer como la "Gran Moderación". El "nuevo consenso" sobre una política monetaria que se piensa ha sido la causa de este mejor desempeño llevó a los bancos centrales, en especial en los Estados Unidos, a reducir las tasas básicas de interés, aun cuando el crecimiento de la producción y el desempleo alcanzaban tasas que antes se habían considerado como insostenibles. En un medio ambiente de estabilidad general, las bajas tasas básicas de interés se tradujeron en tasas de interés bajas a plazos más largos. El cuadro entonces para las instituciones financieras en la década de los años 1990 fue una combinación algo compleja de fuertes presiones competitivas para aumentar las utilidades y adoptar una postura agresiva (aunque fuese por razones defensivas) frente a la competencia y un panorama general de tasas de interés relativamente bajas, por lo menos en las líneas tradicionales de los negocios de los bancos, la banca de inversión, etc. La forma de reconciliar ambos lados de la ecuación fue buscar nuevos mercados con retornos más altos de los que se podrían obtener en las operaciones tradicionales. Los préstamos a economías emergentes, junk bonds (bonos basura), y compañías de Internet durante el auge del punto com ya habían sido explotados para incrementar los retornos, pero eventualmente produjeron un sustancial desarreglo en el mercado. Así, a medida que se recuperaron las condiciones luego del colapso de los mercados patrimoniales en el 2000, los mercados financieros optaron por otra alternativa: el préstamo hipotecario lo que creó un auge sostenido en los precios de las propiedades residenciales. Profundización del problema.A medida que el auge siguió avanzando se volvió más difícil encontrar tomadores de préstamos tradicionales con menor riesgo crediticio (prime) por lo que las instituciones buscaron mercados adicionales, prestando a quienes habían quedado excluidos de los préstamos tradicionales por las regulaciones impuestas por las entidades patrocinadas por los gobiernos (Government Sponsored Enterprises, GSE según su sigla en inglés), tales como por ejemplo Freddie Mac y Fannie Mae. La exclusión, sin embargo, estaba justificada ya que estos prestatarios insatisfechos eran quienes carecían de empleo, no poseían fuentes de ingresos o activos confiables para ofrecer como garantía. Las hipotecas a dichos prestatarios son consideradas de más alto riesgo de incumplimiento ya que no se conformaban con las condiciones establecidas por las GSEs para las garantías. Dichos contratos con más alto riesgo crediticio fueron denominados subprime[3]. Por otra parte, las GSEs establecieron límites máximos respecto del volumen de las hipotecas que se consideraba aptas, de modo tal que las hipotecas (jumbo) por sobre esos límites máximos se extendieron hasta los prestatarios clasificados Alt-A (de riesgo intermedio entre prime y subprime).NOTAS:
- ® Testimonio de Alan Greenspan durante las audiencias de La Crisis Financiera y el Rol de los Reguladores Federales, jueves 23 de octubre de 2008, Cámara de los Representantes, Comité sobre Supervisión y Reforma Gubernamental, Washington, D.C., renglones 385-6 y 394-399 del informe estenográfico no oficial.
- ®Por supuesto, ello no significa que estas personas no deban tener acceso a préstamos para adquirir sus viviendas. Quiere decir que los intermediarios financieros privados dedicados a maximizar sus utilidades tenían una buena razón para no estar interesados en otorgarlos. Dar acceso a viviendas decentes a los pobres debería ser una prioridad para los gobiernos, una cuestión de política pública.
- ®Sobre este tema ver CARVALHO, Fernando J. Cardim de; KREGEL, Jan Allen. ¿Quién controla el sistema financiero?) Ibase, Río de Janeiro, Junio 2007.
- ®Son fondos comunes de recursos privados que invierten en instrumentos negociables (títulos y derivativos), pueden emplear el apalancamiento a través de distintos medios, incluso por el uso de posiciones a descubierto, y generalmente no están reguladas. Son fondos que usan estrategias de inversión consideradas altamente sofisticadas y de alto riesgo.
4* Fracaso en la regulación
La crisis brinda una vívida ilustración de las fallas de la estrategia regulatoria adoptada para respaldar la liberalización financiera. En términos simples, fracasó porque se basó en una premisa falsa, como lo expresara Greenspan en su testimonio antes citado, de que los sistemas financieros son naturalmente estables porque las instituciones proveen auto-regulación como resultado del "auto interés de las instituciones de préstamo" para "proteger el patrimonio de los accionistas". Según Greenspan, "La evidencia sugiere que sin la demanda excesiva de los securitizadores, la originación de hipotecas subprime (innegablemente la fuente original de la crisis) habría sido mucho menor y en consecuencia los incumplimientos habrían sido menos. Pero estas hipotecas de alto riesgo, agrupadas y vendidas como títulos se tornaron objetos de la demanda explosiva de inversionistas en todo el mundo." Entonces fueron las firmas que securitizaron las hipotecas quienes causaron básicamente la dificultad, respaldadas por la demanda de los inversionistas finales. Greenspan continúa diciendo: "la resultante ola de demanda global de títulos subprime estadounidenses por parte de bancos, fondos de cobertura, y fondos de pensión que se respaldaron en calificaciones irrealisticamente positivas brindadas por agencias calificadoras de crédito fue, a mi criterio, el núcleo del problema."[6]. Es característico de esta premisa errada que casi todas las instituciones y operaciones que Greenspan menciona en sus comentarios están reguladas, salvo por la importante excepción de las compras de activos securitizados por parte de los fondos de cobertura. No se identifica a los bancos de inversión por su nombre, pero quedan incluidos bajo la denominación de "securitizadores". El problema, por supuesto, es que, como Greenspan admite, los reguladores parecen pensar que los mercados financieros son naturalmente estables, que la especulación es fundamentalmente inofensiva, meramente una de las piezas de un sistema financiero moderno y eficiente. Los reguladores fallaron cuando ignoraron la sobreposición de riesgos involucrados en la emisión de títulos basados en grupos de hipotecas de alto riesgo. Nuevamente fallaron cuando permitieron la creación de instituciones financieras fantasma, entidades de interés variable como por ejemplo los Vehículos de Inversión Especializada (SIV según su sigla en inglés), para quitar los activos financieros de los balances de las instituciones financieras, dándoles un puerto seguro fuera de la vista de los supervisores financieros. No es de sorprender que fallaran cuando permitieron que las agencias calificadoras de crédito no sólo usaran clasificaciones tales como la famosa triple AAA y otros niveles originalmente destinados a títulos de empresas y gobiernos locales, en títulos hipotecarios garantizados. Y volvieron a fallar cuando permitieron que estas mismas agencias interactuaran con los securitizadores a fin de diseñar estructuras securitizadas donde pudieran otorgar altas calificaciones, en lugar de mantenerse en una posición de neutralidad honesta como condición de la transparencia de sus evaluaciones. De hecho, los reguladores fallaron en prácticamente cada paso del proceso donde se acumularon desequilibrios y prácticas turbias y que finalmente condujo a la crisis financiera que ya está costando falta de empleo y de ingresos a prácticamente todo el mundo.< b="" tanto?<="" fallado="" haber="" pudieron="" ¿cómo="" es="" supuesto="" por="" pregunta,="" gran="" La=""> Primero, el aspecto más importante de estos fracasos es el hecho de que no tuvieron lugar en los países en desarrollo que no son considerados confiables para participar en foros tan técnicamente preparados como el Comité de Basilea. En realidad, la crisis comenzó, y es particularmente virulenta, en los Estados Unidos y se ha propagado con mayor intensidad al Reino Unido y a Europa Occidental, y luego, por contagio a América Latina y a Asia. Allá pues con la justificación del déficit democrático según la cual restringiendo la membresía en el Comité de Basilea a los peritos representantes del G-10 se aumenta la eficiencia. No sólo no han sido capaces estos clubes cerrados de idear las normas que podrían haber beneficiado a un gran número de países, ni siquiera fueron capaces de crear las normas para su propio beneficio. Sin embargo, todos los países pagarán el precio por el fracaso de los reguladores de los países desarrollados que no supieron preparar normas eficientes para garantizar la estabilidad sistémica. Por otro lado, los supervisores financieros están generalmente fragmentados como resultado de un proceso histórico que ha determinado su estructura como respuesta a aspectos particulares de cada crisis, o por lo menos en el enfoque a su misión. El afán por las utilidades llevó a las instituciones financieras a buscar métodos para explotar de manera provechosa el gran número de "agujeros negros" que siguen existiendo en los aparatos de supervisión, promoviendo acuerdos entre bancos, la banca de inversión y brokers, compañías aseguradoras, reguladas por diferentes entidades o de acuerdo con distintas normativas. Peor aún, tratar con fondos de cobertura o inclusive con entidades fantasma como las de interés variable, por ejemplo las SIV, permitieron que las instituciones financieras reguladas simularan transferencias de riesgo destinadas principalmente a engañar a los supervisores financieros. Por supuesto, el problema principal no es realmente de competencia. Como claramente lo dice Greenspan, el problema es que los reguladores de los países desarrollados han compartido una premisa errada sobre cómo funcionan los sistemas capitalistas y, en particular, acerca de las propiedades sistémicas de los sistemas financieros de avanzada que operan es esas economías. Los reguladores, al igual que los ideólogos puros, simplemente apuestan sobre la base de que las economías capitalistas son estables, salvo por la eventual ocurrencia de grandes sacudidas, "tsunamis", que, al igual que los desastres naturales, no pueden ser evitados por ningún tipo de regulación. Los reguladores no deben sofocar las innovaciones financieras, porque eso sólo evitaría el progreso y mantendría el costo del capital por sobre el que debería ser. La mano invisible debería resultar suficiente, como esperaba Greenspan, para garantizar la no existencia de excesos. Los mercados operarían con eficiencia, a no ser por las infortunadas conmociones que surgen de tanto en tanto. Los reguladores sólo tendrían que asegurar que los sistemas financieros pudieran contar con amortiguadores que absorbieran dichos impactos, aunque algunos pudieran ser tan fuertes que sólo quedara resignarse a sufrir el golpe. Por supuesto no fue sólo una cuestión de ideología. Las instituciones financieras, los inversores, los especuladores, todos sacaron provecho de la rápida expansión de los mercados financieros en la década de lo años 1990, que efectivamente se propagó mucho más rápido que los sectores productivos, lo que de por sí debería haber causado cierta preocupación. Es muy difícil tratar de desenmarañar las influencias específicas de la ideología y el auto-interés. El mundo cerrado en el que viven los reguladores financieros está la mayor parte del tiempo poblado por los dos tipos, en posiciones intercambiables. Los reguladores, los bancos centrales y los ejecutivos de negocios financieros viven en promiscuidad, lo que de por sí no es un problema demasiado grave si los miembros de otros grupos sociales fueran invitados a participar efectivamente en sus reuniones. Lo que resultó particularmente dañino fue el hecho de que todos compartían una misma visión del sistema financiero como estable, y de la regulación como de un inconveniente (costoso), que es un elemento central de lo que se conoce como la opinión neoliberal de la dinámica de las economías capitalistas. Basilea II, es en efecto el logro que corona este enfoque. El Acuerdo toma lo que el Comité consideró como las "mejores prácticas" desarrolladas por los bancos privados para medir y administrar los riesgos y convertirlos en paradigma a ser seguido por toda institución bancaria. El hecho de que estas prácticas se encuentren en la parte central de los métodos fallidos con los que los bancos se ocuparon de los riesgos acumulados hasta el punto de preparar la base para la crisis actual, muestra los errores inherentes a la adopción de esa estrategia errada propuesta por el Comité. La corriente crisis señala el fracaso del Acuerdo de Basilea II aun antes de ser adoptado a nivel mundial.NOTAS:
- ® Ver nota 2.
5* Reacciones oficiales ante la crisis
Como se esperaba, quizás, después del pánico inicial, los reguladores, los ejecutivos financieros y un gran número de autoridades en los Estados Unidos, el Reino Unido, y Europa Occidental parecen haber convergido en la opinión de que ajustes relativamente marginales en la estrategia regulatoria seguida hasta el momento debieran ser suficientes para fortalecer el sistema financiero y prevenir otras crisis en el futuro. Por supuesto, se hizo más hincapié en casa donde en repetidas oportunidades el Presidente Bush insistentemente reafirmó viejos slogans tales como que la regulación no debe sofocar la innovación, etc. Lo que es aún mucho más importante que las preferencias políticas del presidente saliente son las posiciones que adoptará el electo Presidente Obama con respecto a estas cuestiones. Si embargo, aunque el recientemente elegido presidente ha declarado en más de una ocasión su disposición a promover políticas activistas fiscales a fin de superar la crisis y controlar sus efectos, la postura de la nueva administración respecto de la cuestión de las regulaciones financieras es mucho menos transparente. Por el momento, la iniciativa pública más importante de las autoridades a los efectos de examinar las responsabilidades de los reguladores y supervisores financieros en la generación de la actual crisis ha sido la reunión del G-20 en Washington DC, el 15 de noviembre de 2008. Como se demuestra en el largo comunicado hecho público una vez finalizado el encuentro, la opinión prevaleciente entre los gobiernos es la validez del sendero liberalizante que se ha venido siguiendo hasta el momento. Pueden ser necesarios algunos ajustes tendientes a mejorar los métodos de supervisión, pero no hay necesidad de cambiarlos significativamente. Dichos ajustes fueron informados bajo cinco títulos: 1. Fortalecer la transparencia y las rendiciones de cuentas ; 2. Mejorar la regulación; 3. Promover la integridad en los mercados financieros; 4. Intensificar las cooperación internacional; y 5. Reformar las instituciones financieras internacionales[7]. Bajo el primer titular, el G-20 respalda la confianza en las así denominadas "mejores prácticas" de la gestión de riesgos, con algunas mejoras en la forma en que se reúne y distribuye la información, particularmente con respecto a los datos fuera de los estados contables, que pueden seguir la forma tradicional de usar notas al pie. De tal modo, como antes, el G-20 seguirá confiando en la gestión de riesgo privada como pilar principal de la estabilidad sistémica. La misma tendencia está presente bajo el segundo título, donde se expresa preocupación por el desempeño de las agencias calificadoras de crédito, pero se deja en claro que los gobiernos no están preparados para abandonar su dependencia de dichas entidades. Se agregan unas pocas inquietudes más respecto de las "instituciones sistémicamente importantes" que no han sido objeto aún de ningún tipo de regulación, aun cuando es bien conocida la oposición del gobierno de los Estados Unidos a extender las regulaciones a entidades tales como por ejemplo los fondos de cobertura. Bajo el mismo título 2 se pone en claro que las "prácticas de gestión de riesgo bancario" siguen siendo el pilar principal de su estrategia regulatoria, recomendando que se preste atención a las formas de fortalecer dichas prácticas. El Comité de Basilea se supone va a seguir siendo el foro principal de los debates para el establecimiento de normas sobre supervisión bancaria, y se le encomienda la misión de analizar nuevas formas de comprobar la eficacia de los modelos internos de medición de riesgo de los bancos. Finalmente, bajo el título 5, se hace un llamado a la expansión indefinida de la membresía en el Foro de Estabilidad Financiera (FSF)[8]. De hecho, bajo este título y, en realidad en todo el comunicado, el G-20 reafirma la legitimidad de las entidades existentes, incluyendo los clubes informales como el Comité de Basilea y el FSF, para que conduzcan el proceso de búsqueda de mejoras en el cuerpo regulatorio existente. La presencia de Argentina, Brasil, China, México y otros países en desarrollo no hizo la más leve diferencia, según parece, para cambiar el enfoque del debate y contemplar otras posibles estrategias regulatorias o la autonomía nacional para seguir senderos independientes. El G-20 reafirmó el "compromiso con una economía global abierta" y aceptó que nuestros mercados financieros son globales en alcance, y por lo tanto, resulta necesario intensificar la cooperación internacional entre los reguladores y fortalecer los patrones internacionales, de ser requerido, y su consistente implementación a fin de protegernos contra acontecimientos adversos en otros países, regionales y globales que afectan la estabilidad financiera internacional. Los reguladores deben garantizar que sus acciones apoyen la disciplina del mercado, evitan impactos potencialmente adversos en otros países, inclusive los arbitrajes regulatorios y respalden la competencia, el dinamismo y la innovación en el mercado" (párrafo 8).- Un sistema financiero drásticamente reducido en el que los servicios de créditos y transacciones serían prestados por bancos públicos y se cerrarían los mercados de patrimonio privado. Se evitaría la especulación en el sistema bancario por medio de la especificación estricta de sus funciones. En este criterio, se considera que los mercados de títulos han creado más problemas que beneficios, porque estimulan las operaciones de corto plazo, el excesivo apalancamiento, y la manipulación de precios de activos en los mercados secundarios. Como fuente de capital para actividades productivas e inversión, los mercados de títulos se consideran inferiores a los bancos ya que estos últimos pueden realizar un análisis crediticio más preciso que los inversores masivos.
- Un sistema financiero mixto, en el que el sector bancario fuese absorbido por el Estado, pero los mercados de títulos y de intermediación financiera no bancaria permaneciese en manos privadas, aunque estrechamente regulados y supervisados. Una vez más, la propiedad pública del sistema bancario aligeraría la carga de los reguladores, ya que estas instituciones operarían estrictamente de acuerdo con su misión previamente establecida. La regulación de las instituciones no bancarias y de los mercados financieros cambiaría de forma tal como para restaurar la autoridad y eficiencia de las regulaciones y su supervisión.
- El tercer modelo preservaría la propiedad privada de los bancos y de las instituciones financieras no bancarias así como los mercados de títulos, pero renovaría drásticamente el sistema de regulación y supervisión. En particular, se abandonaría la estrategia actual de Basilea de realizar regulación prudencial basada en normas microeconómicas, en favor de un criterio sistémico y macroeconómico de estabilidad. La nueva estrategia regulatoria serviría de hecho para restaurar los métodos y objetivos centrados en control de riesgo más que en la medición y gestión de riesgo como ha sido el objetivo expresado por el Comité de Basilea. El papel de los supervisores debe ser la contención de riesgos más que tratar de medir lo que por su naturaleza es inconmensurable por parte de instituciones individuales, tales como el riesgo sistémico. En esta interpretación se piensa que los riesgos sistémicos son creados no tanto por el comportamiento de las instituciones individuales sino por la interacción entre ellos que permite que el apalancamiento crezca hasta niveles insostenibles. Los supervisores deberían preocuparse menos por fuegos fatuos como medidas apropiadas de riesgo que podrían servir al establecimiento eficiente de los coeficientes apropiados de capital, y volver a prácticas más simples y quizás más eficientes como establecer los índices de apalancamiento y de la liquidez para poner un tope a la exposición a riesgo de los bancos.
NOTAS:
- ® La Casa Blanca, Presidente George W. Bush, Oficina de la Secretaría de Prensa, Declaración de la Cumbre sobre Mercados Financieros y Economía Mundial, 15 de noviembre de 2008. <http://www.whitehouse.gov/news/releases/2008/11/20081115-1.html>
- ® El Foro de Estabilidad Financiera fue creado, en abril de 1999, con el objeto de promover la estabilidad financiera internacional a través del intercambio de informaciones y de la cooperación internacional con relación a la supervisión financiera.
- ® G-7. "Statement of G7 finance ministers and Central Bank governors". Washington, DC, 25 sept. 1999. <http://www.g7.utoronto.ca/finance/fm992509state.htm>
- ®La profundidad de la crisis actual puede asegurar que el debate dure años, en contraposición al alboroto de 1998 alrededor de la necesidad de una "nueva arquitectura financiera" que fue olvidado cuando poco después la economía mundial se recuperó.
- ® Se trata de un tipo específico de fondo de acciones. Dichos fondos compran acciones de empresas cotizadas en bolsa para sacarlas del mercado "cerrando" de esta manera el capital de la empresa hasta que se decida venderlas al público nuevamente.
- ®Como sucede, por ejemplo, con la industria farmacéutica o con el transporte aéreo con respecto a los cuales algunas preocupaciones similares en relación con la seguridad requieren una regulación y supervisión cuidadosas por parte de las autoridades.
Mas información: Descargar Documento
Etiquetas:
Participación y Ciudadanía.