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Los objetivos del milenio. El rostro oculto del Banco Mundial

Temática: Gobierno mundial. Instituciones Multilaterales.
Autoría: Luque, Eduardo
Año de Publicación: 2008
Es una formulación ineludible. No hay proyecto de ayuda política a los países pobres; no hay acción desarrollada por los gobiernos nacionales o regionales, que no lleve unida la necesaria referencia a los Objetivos del Milenio. Toda ONGD que se precie ha de incluir dentro de los proyectos a presentar a las distintas entidades [privadas o públicas] la necesidad de alcanzar gracias a sus programas estos fines.

1* Introducción

Los Objetivos del Milenio son, queramos o no, elementos importantes del debate en torno a la lucha contra la pobreza. Fueron[1] promovidos en septiembre del 2000 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como un medio para luchar contra la pobreza. Al margen de la declaración de buenas intenciones que los arropa, hay una serie de criterios económicos que los definen y constriñen. El primero es el criterio utilizado para definir la pobreza; se utiliza un enfoque economicista propio de su mentor intelectual, el Banco Mundial. De hecho al plantear superar la pobreza sin entrar en el análisis de sus causas, provoca una confusión terminológica [seguramente interesada] que como en un ejercicio de prestidigitación social, acaba tomando la causa por su consecuencia, anulando así el necesario rigor en el análisis y la delimitación de las reales responsabilidades de un modelo económico global, que encierra en su seno el germen de la marginación y la exclusión social. En segundo lugar, y al utilizar como marco de definición esta concepción meramente mercantilista, pasa prácticamente de largo del asunto determinante de las desigualdades sociales. Sabemos que las desigualdades conllevan ineludiblemente procesos de exclusión y discriminación que son los que engendran la pobreza. Los pobres [los nadie como señalaría Eduardo Galeano] no son discriminados porque lo sean, sino porque son fracciones más o menos importantes de la población que soportan procesos de exclusión e ingresan por ello en dicha categoría, por tanto, al no incluir la cuestión de la desigualdad y no integrarla fuertemente en las políticas públicas, la pobreza, lejos de disminuir tenderá a crecer en el curso del próximo decenio como marcan ya algunos de los indicadores que se han utilizado como criterios de evaluación.
NOTAS:
  1. ®Ver http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/report2007/

2* Los métodos de análisis

Las evaluaciones y los métodos de análisis utilizados son otra de las grandes limitaciones en la definición de los objetivos del milenio. Veamos un ejemplo, el primer objetivo, con horizonte temporal en el 2015, es reducir a la mitad la proporción de aquellos que viven con menos de un dólar por día y los que sufren hambre. Este objetivo fue fijado en el 2000 en relación a los datos de 1990. Un gran consenso político lo rodeó. Incluso Paul Wolfowitz, el anterior presidente del Banco Mundial, entronizado por el gobierno norteamericano en la primavera del 2005, reconoció la lucha contra la pobreza como una prioridad, "[...] El Banco Mundial debería utilizar sus recursos en función de lo que es lo más eficaz para promover el desarrollo y reducir la pobreza". Así, una de las instituciones responsables de la extensión de la miseria en el mundo, ahora se postula como la gran defensora de los pueblos. La zorra en el corral de las gallinas. A partir de aquella declaración, los diferentes Estados fueron invitados a establecer planes estratégicos nacionales de lucha contra la pobreza y a dar cuenta a las organizaciones internacionales del avance de los principales indicadores. Además la ayuda internacional que se recibe se condiciona cada vez más a la inscripción de su política en esa retórica y con esos objetivos. Las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las organizaciones de la sociedad civil (OSC) también se embarcaron en la misma nave, un nuevo Argos del consenso. De hecho se han encauzado fuertes sumas de dinero en torno a esta propuesta, dinero controlado por gobiernos centrales o federales y también por las ONGS. Financiación que se otorga con una gran carencia funcional, hay una falta de evaluación concreta y profunda de los procesos abiertos, las críticas se están matizando, se suavizan. Se cierne cierta sordina en el discurso, se hace referencia a que hay cuestiones que no nos gustan, pero ahí queda todo. Estas organizaciones han limitado su presión en tanto que al apoyar esas políticas se les han otorgado cuantiosas contrapartidas económicas por su colaboración. En definitiva, si se demostrara que ese no es el camino, se pondrían en cuestión muchos intereses creados. Los objetivos presentados son excesivamente globales. Serían correctos si los utilizáramos para construir indicadores comparativos ajustados y si paralelamente esto permitiera obtener medidas más detalladas de los impactos reales a mediana y a microescala. La débil inversión en el análisis de los impactos comparados de las diferentes medidas, traduce la reticencia a la evaluación por parte de un gran número de actores. Tanto los funcionarios como algunas ONG rechazan a menudo una evaluación más rigurosa y sistemática, prefiriendo cuadros de resultados muy globales cargados de buenas intenciones, se recurre también a la mediatización de las success stories (historias de éxitos). Los créditos dispuestos para la puesta en marcha de los programas, contrastan significativamente con aquellos ?a menudo muy exiguos o sencillamente inexistentes? destinados a su seguimiento detallado, aunque el costo financiero logístico y humano involucrado globalmente sea muy considerable. Actualmente, la mayoría de los políticos y muchas organizaciones de desarrollo de diversa índole, prefieren resultados sumarios y afirmados como positivos ?condición imprescindible para la perpetuación? que una investigación rigurosa sobre el grado efectivo de las transformaciones en las condiciones de vida de los supuestos beneficiarios. No olvidemos que las acciones de desarrollo se han transformado en un negocio muy provechoso. En este sentido, las evaluaciones sobre su impacto podrían poner en cuestión las actividades y, en consecuencia, los ingresos y las ventajas de aquellas organizaciones que las difunden. Así, desde el director-gerente de una organización hasta sus técnicos o agentes de campo, todos tienen un gran interés que proteger. Por su parte, los consultores encargados de las evaluaciones tienen, evidentemente, poco afán en revelar lo que el mundo realmente es (más allá de una exigencia moral), ya que son pagados por aquellos que definen los criterios y dependen de unos supuestos resultados satisfactorios. De este modo, la obligación de inscribirse en los Objetivos del Milenio aparece con enorme fuerza. Más aún, cuando las organizaciones privadas, léase ONGD, OSC... son pagadas mayoritariamente a través de fondos públicos para actuar en nombre de colectividades también públicas. Se hace imprescindible, pues, la medición de los impactos de las políticas aplicadas, puesto que sólo así sabremos realmente si los objetivos son alcanzados. Sin embargo vemos que los análisis realizados hasta el momento sólo contemplan la variable "reducción de la pobreza", pero no analizan los grados de la misma. En realidad, tal vez no se trate sino de reducir la proporción de los pobres, con el fin de limitar los riesgos de estas clases peligrosas y ampliar el consenso democrático, dejando de lado la erradicación de la pobreza. Los Objetivos del Milenio formarían parte de este ejercicio de ocultación a macroescala.

3* Las grandes paradojas

Dos grandes paradojas sobresalen en la definición de los objetivos; la primera es que las grandes líneas de actuación del proceso se determinaron fuera del ámbito de su aplicación directa. Jeffrey Sachs, por ejemplo, publicó un trabajo titulado "Investing in Development: A Practical Plan to Achieve the Millenium Development Goals" en el 2005, como análisis del avance de estos objetivos. Reconoce en el citado documento que se trata de una toma de decisión top-down, de la cima hacia la base. Es decir, los implicados no participaron en su definición. La segunda paradoja, es la escasa ambición de sus objetivos; un ejemplo es ilustrativo. La finalidad 7[2] del objetivo 11 afirma que, de aquí al 2020, es necesario mejorar de manera significativa la vida de al menos cien millones de personas que habitan en barriadas. Sólo en la India cerca del 40% de la población urbana vive actualmente en esas condiciones. Se puede pensar que el objetivo no sólo es muy humilde, sino como diría Francisco de Quevedo, archipobre y protomiseria. No sólo es minimalista la propuesta, sino que poniéndola en relación a los medios invertidos para su cumplimiento, es esencialmente escasa si se les compara por ejemplo con los gastos militares de los Estados. A pesar de todo esto una virtud fundamental se aprecia en la propuesta; ha revelado que 1.200 millones de habitantes del planeta viven con menos de un dólar por día. Este hecho puede provocar una relativa toma de conciencia que vaya más allá de los planteamientos de los especialistas. Asimismo, es evidente que, al indicar las posibilidades o carencias nacionales, induce a sacar la problemática fuera del estrecho círculo de oposición Norte-Sur al incluir también los bolsones de pobreza que aparecen, cada vez con mayor intensidad, en los países ricos; así se evitaría, en el caso de producirse el previsible fiasco que se anuncia, el error de atribuirlo esencialmente a una insuficiencia de medios financieros y de tasas de crecimiento.
NOTAS:
  1. ® Ver: http://www.eclac.cl/mdg/go07/imeta11_es.

4* La ilógica lógica de los Objetivos del Milenio

Reducir a la mitad la población que vive con menos de un dólar por día, el primer objetivo, se entronca con una definición casi de manual económico de la pobreza. La génesis de esta concepción se sitúa en el informe sobre el desarrollo en el mundo publicado por el Banco Mundial en 1990. Pero ¿qué hacer pues con el resto de la población que vive en el lindar de la definición?, ¿qué hacer cuando el lindar de la pobreza se define también por su estacionalidad en un mundo de trabajo precario, dado que esta pobreza puede ser incluso más importante que el estado permanente de pobreza? Esta caracterización de la pobreza se ha expandido con el impulso de políticas de ajuste neoliberal preconizadas por el propio Banco Mundial[3] y el Fondo Monetario al confundirla con precariedad e intentar revertirla únicamente con la motivación para el trabajo. De todas formas la medición de la desigualdad social mundial nunca ha sido un tema prioritario para las grandes instituciones financieras. En el informe sobre el Desarrollo Social Mundial del 2005, el Banco Mundial ya considera que la creciente desigualdad económica entre las distintas regiones del mundo impedirá que sea posible acercarse y menos aún alcanzar la meta para el milenio fijada por la Conferencia Mundial de Copenhague de 1995: reducir a la mitad la pobreza mundial. La primacía dada al indicador de línea de pobreza traduce una ideología fundamentalmente economicista. Los parámetros estadísticos de la evolución de los ingresos per cápita o la disminución de la proporción de pobres intentan ocultar que la exacerbación planetaria de la pobreza y la exclusión ha surgido con el Neoliberalismo.
NOTAS:
  1. ®Stiglitz, J .(2002) EL malestar en la globalización. Santillana. Barcelona. Cáp. 4.

5* La gran olvidada: la reducción de las desigualdades

La visión estrecha del problema de la pobreza deja de lado una realidad evidente: Un crecimiento económico que no disminuye las desigualdades tiene una propensión natural a acrecentar la pobreza. Durante mucho tiempo se ha querido hacer creer que el crecimiento del PIB (global o per cápita) per se, era la condición necesaria y suficiente que permitiría distribuir más ingresos o servicios y, en consecuencia, disminuir la pobreza monetaria. La realidad es bien otra, las desigualdades en el ingreso tienen una tendencia a acumularse. Uno de los casos más inmediatos ha sido el de Perú y la zona devastada por el terremoto del mes de agosto del año pasado. La provincia afectada había sido reiteradamente puesta como ejemplo de zona con empuje, creciendo a ritmos cercanos al 7% anual. Al mismo tiempo es una de las zonas con mayor nivel de iniquidad del país. La zona de Ica, la región más golpeada y de la que Mario Vargas Llosa hablaba en términos extraordinariamente elogiosos por su desarrollo económico modélico, es la zona donde más han sufrido los pobres; es, sin embargo, el departamento estrella de la agroexportación y el pleno empleo según nos han reiterado. Aunque las cifras oficiales indican que casi el 42 % de su población vive en la pobreza (con ingresos por persona de menos de S/. 191 al mes[4]) y el 8,6% en extrema pobreza (menos de S/. 103 mensuales per cápita). El 36% de los habitantes de la región no tenían agua, 54% no tenían desagüe y 29% no tenían luz, eso antes del terremoto. Casi 7 de cada 100 iqueños son analfabetos y -en el paraíso productivo- había un desempleo abierto del 4,9 por ciento y un subempleo del 58%, con trabajadores carentes de derechos sociales elementales, recogidos en camiones diariamente para ir a trabajar por míseros jornales. En esta perspectiva, si el crecimiento es repartido desigualmente, se acrecienta el ingreso de los más ricos, pero la parte pobre de la población puede ver inalterada su situación y la población más desfavorecida empeorar su suerte, aunque las cifras calculadas lo escondan. Podemos afirmar que el crecimiento tiene un efecto diferenciado sobre los grupos más pobres de la población. Dicho de otra manera, el crecimiento del PIB global entraña, en principio, un crecimiento del ingreso de la fracción más rica de la población. Ello implica, en el corto tiempo y mediano plazo, un aumento de las desigualdades en el reparto. Si el suplemento del ingreso de los más ricos, vía impositiva, se destina a aumentar el empleo o las inversiones en materia de educación o salud, generará un efecto multiplicador positivo. Pero no nos llamemos a engaño, esto implicaría para la mayoría de los estados una reestructuración en profundidad de sus sistemas de protección social. Si para aumentar las supuestas inversiones productivas[5], se privatizan y reducen los gastos en educación o salud como ocurre en realidad, si las inversiones en educación o salud disminuyen, o bien se produce una "fuga" fuera del circuito nacional por- que el crecimiento del ingreso de los más ricos se destina a la adquisición de bienes importados, el efecto de este crecimiento del PIB y del aumento de las importaciones producirá el efecto contrario, un aumento significativo de la desigualdad. Serán los más pobres, de nuevo, los más perjudicados, los ingresos reales de los más pobres disminuirán [6]. Este riesgo, más que evidente, ha sido considerado como otra razón más para la difusión de los Objetivos de Milenio. El propósito es que los sectores denominados sociales no sean puestos de lado en las políticas nacionales y se privilegien sólo los objetivos de crecimiento. Las desigualdades deben ser comprendidas, más allá de las diferencias de ingresos, como procesos de exclusión, marginación y discriminación de grupos sociales. En este sentido, las desigualdades no están económicamente determinadas, no son consecuencia de la pobreza y de la falta de recursos. A la inversa, la pobreza debe ser analizada como la consecuencia de las desigualdades y, en particular, de las desigualdades estatutarias y la discriminación, que inducen procesos de exclusión y de marginación por la pertenencia a los grupos sociales más desfavorecidos.
NOTAS:
  1. ®1 euro equivale a 3,95 soles.
  2. ® En muchos países los sucesivos acuerdos con los EEUU o la CCEE, impiden a los gobiernos nacionales invertir recursos en inversiones productivas, puesto que ello representa una competencia desleal hacia los países desarrollados. Véase el TLC firmado recientemente entre Perú y EEUU.
  3. ® Humala, Ulises. (2005) Perú Hoy. Un país en jaque: la gobernabilidad en cuestión. Desco Lima
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Etiquetas: Gobierno Mundial.