Las dos "cooperaciones": Otra cooperación es posible
Temática: Cooperacion y Financiación para el Desarrollo.
Autoría: Rabella, Joaquim
Año de Publicación: 2004
La cooperación vista desde el punto de vista de un trabajador humanitario nicaragüense, considerando la organización civil en ese y en otros países del continente americano.
En el año 1994, en un proyecto ejecutado por varias ONG, se construyó un puente sobre el río Santa Cruz, en una zona selvática de Nicaragua, para conectar a un poblado incomunicado, el Che Guevara, con el resto de su Departamento. Todas las dificultades logísticas y climatológicas fueron superadas y el puente se inauguró con gran éxito. Pocas semanas después, una empresa cercana procesadora de aceite de palma comenzó a construir una pequeña represa en el río Santa Cruz, desviando temporalmente el río durante las obras. La empresa quebró en plenas obras, el pequeño embalse quedó a medio construir, el río quedó desviado y el puente... quedó sin río [1].
Esta anécdota no pasa de ser una detalle pintoresco de los múltiples errores de la cooperación, pero sin mayor importancia estratégica (hay que aclarar que a la gente del Che Guevara, la anécdota no le pareció nada pintoresca, por cierto).
Nueve años después, unas ONG ejecutaban un proyecto de 100 viviendas de carácter social en Estelí, Nicaragua, financiado por la Unión Europea [2]. Por una llamada "norma de origen", la UE exige que todos los materiales empleados en los proyectos que financia sean fabricados en la UE, en el país beneficiario o, según el caso, en algún otro país de la zona. No fue posible encontrar enchufes eléctricos fabricados en Nicaragua ni en ningún país de los autorizados (en la UE los enchufes tienen otras características que en Latinoamérica). Las ONG solicitaron, en vista de ello, la exoneración de la "norma de origen". Pasaron cinco meses hasta que Bruselas dio el permiso y se pudieron comprar enchufes fabricados en Costa Rica. Finalmente, el proyecto pudo terminarse, pese a este retraso.
La existencia de esta "norma de origen" ya no es una simple anécdota. Detrás de ella hay toda una manera de entender y ejecutar la cooperación al desarrollo, de mezclar objetivos, de priorizar ciertos procedimientos que conducen a veces a situaciones como la mencionada.
Sirva esta introducción para reflexionar sobre un tema que, aunque muchos lo conocemos, no le damos la importancia que tiene para enfocar cualquier debate sobre la cooperación.
Ante el históricamente reciente fenómeno de la cooperación, es habitual oír hablar de las ONG, de la cooperación al desarrollo y del propio desarrollo, mezclando actores, objetivos, procedimientos, acciones, etc., y metiéndolos todos en un mismo saco como si de un sector homogéneo se tratara.
Los mismos que estamos interviniendo en este sector, desde hace muchos años, caemos a veces en esta generalización, discutiendo sobre cómo debe ser la cooperación, como debe ser el desarrollo, cuál debe ser nuestro trabajo y cuál el de las instituciones del Norte y del Sur.
Al hablar de Cooperación al Desarrollo, o simplemente de Cooperación y analizar sus métodos de trabajo, sus efectos, sus impactos y sobre todo sus estrategias, solemos olvidar que no hay una "Cooperación", sino fundamentalmente dos cooperaciones, claramente diferenciadas, aunque con un amplio espectro intermedio de "cooperaciones", tanto en sentido filosófico como en la práctica cotidiana.
Estamos hablando naturalmente de una visión de la Cooperación como herramienta para contribuir a un cambio profundo de las estructuras y relaciones económicas, sociales y políticas del mundo, con todas sus consecuencias tanto para los países del Norte como para los del Sur y de otra visión de la Cooperación, como conjunto de mecanismos para paliar las brutales diferencias que hay en el planeta y evitar una explosión social y un desastre medioambiental manteniendo en el fondo la actual estructura de equilibrio, o mejor dicho de desequilibrio, entre países y bloques dominantes y dominados.
No se trata de una división entre buenos y malos sino de dos maneras distintas de entender el mundo, la justicia, la estabilidad, en definitiva los objetivos de la humanidad y el papel de cada cual para contribuir a la consecución de estos objetivos.
Tampoco se puede simplificar pensando que unos objetivos son utópicos y los otros realistas. En realidad ambos enfoques de la cooperación, o mejor dicho del desarrollo del mundo, son utópicos por igual. ¿Qué es más utópico, pensar en un mundo transformado, igualitario y con países y pueblos con iguales oportunidades, o en un mantenimiento perpetuo de un mundo con profundas desigualdades o, en el mejor de los casos, algo atenuadas?.
Sin tener en cuenta estos dos enfoques de la Cooperación es muy difícil establecer un diálogo coherente y ordenado y mucho menos ponerse de acuerdo en una metodología de trabajo. Con enfoques tan distintos, nos atreveríamos a decir opuestos, los respectivos objetivos generales (que se diría en el tan maltratado marco lógico), tienen muy poco que ver.
En el "sector transformador", es decir los que ven la Cooperación como una herramienta de cambios profundos en el mundo, se encuentran movimientos sociales, algunas ONG, no todas ni mucho menos, algunos políticos del Sur, intelectuales, algunos expertos de organismos internacionales y un sector pequeño aunque creciente de la población, para los cuales el horizonte deseable es un mundo con unas relaciones y articulaciones absolutamente distintas de las actuales, basadas en la lógica de la justicia que conduzca a tener, algún día, como "socios" de parecido nivel a los países del Sur.
En el segundo sector de la cooperación, el "reformista", figuran casi todos los gobiernos del Norte, buena parte de los del Sur, muchas ONG y muchas asociaciones benéficas, algunas con el espíritu misionero de siglos pasados. Algunos estrategas de este sector parten de uno de los principios de la cooperación norteamericana de los años 80: "Japón nunca más". Dicho de otra manera: no se puede repetir el "error" de apoyar el desarrollo de países que más adelante lleguen a ser no sólo socios, sino competidores. Para este sector reformista se trata pues de buscar, para los países del Sur, un desarrollo que mantenga y legitime la situación actual, algo mejorada para evitar explosiones sociales y para crear mercados relativamente capaces de absorber la producción de los llamados países desarrollados.
Para los europeos, un ejemplo palpable de estos dos enfoques es el planteamiento de la cooperación entre los países más desarrollados y menos desarrollados de la Unión Europea y el planteamiento, muy distinto, de la cooperación europea con los países del Sur.
Los "fondos de compensación" europeos, que así se llaman y no sólo eufemísticamente, están montados sobre una detallada planificación y tratan de conseguir, por una serie de razones y con todos los errores que se quiera, una Europa social y económicamente lo más homogénea posible, con socios, más o menos homologables que no generen tensiones graves entre ellos: migraciones, desequilibrios productivos y de exportación, etc.
Este planteamiento, detalladamente planificado, ligado a políticas productivas, comerciales y financieras a medio y largo plazo no tiene nada que ver con la cooperación con los países del Sur. Está claro que Europa es Europa y el resto del mundo no.
Como decíamos al principio, las cosas no son tan en blanco y negro y existen amplias zonas grises entre los dos sectores de la cooperación, el reformista y el transformador. En algunos casos, estas zonas intermedias se dan por una simple falta de reflexión, de conocimiento real de los países del Sur, de análisis de los problemas del mundo y de su desarrollo futuro y también por la simple rutina en que ha caído buena parte de la cooperación. También los sentimientos y emociones personales muchas veces crean estos grises en la cooperación. La mayor parte de la población del Norte al ver en vivo ciertas situaciones en el Sur, siente que debe haber cambios profundos, pero a su vez, al volver la vista a sus países del Norte tiene muy claro la defensa de su estatus, que quedaría afectado, sin duda, con esas transformaciones que cree necesarias.
Además, en la práctica ninguno de estos dos sectores suele trabajar de una forma aislada. Con mayor o menor intensidad, cada uno de ellos trabaja codo a codo con el otro, mezclando estrategias, métodos de trabajo, sistemas de organización, etc. Ello contribuye también a la existencia de amplias franjas grises, entre los dos sectores de la cooperación. El resultado final es el de una especie de cooperación híbrida que no satisface a unos ni a otros y que fundamentalmente no contribuye a ningún desarrollo serio de los países del Sur.
Este trabajo conjunto, al que parece estamos condenados los dos sectores de la cooperación, de colaboración, articulaciones, dependencias económicas (y demasiadas veces, de sumisión de uno al otro), confunde muchas veces las discusiones sobre lo que hacemos, dónde lo hacemos, con quien lo hacemos, y sobre todo para qué lo hacemos.
Podría parecer que estos dos enfoques de la cooperación y del desarrollo, son muy simples, sus objetivos finales muy utópicos y que su debate podría llevar a una discusión bizantina, en lugar de discutir más la realidad del día a día de la cooperación.
Pero la importancia del debate, y de aceptar que existen las dos corrientes o sectores de la cooperación, es precisamente fundamental para este día a día. En cualquier estrategia, planificación, proyecto, método de trabajo o actividad concreta se trasluce inmediatamente el tipo de cooperación que está detrás. Muchas veces discutir una simple actividad entre "financiador" y ONG "ejecutora" puede ser un auténtico diálogo de besugos si no nos paramos a pensar: ¿dónde quiere ir el otro?, ¿dónde quiero ir yo? Cuando se acepta la existencia de diferentes objetivos de la cooperación es mucho más fácil entenderse, llegar a puntos de acuerdo y de colaboración sin renunciar a los respectivos objetivos.
Otro problema es que, casi siempre, la claridad de estos objetivos, por miedos, vergüenzas u otros motivos menos confesables, queda enmascarada con los bellos discursos y declaraciones llenos de ambigüedades, bellas frases y eufemismos de los que es difícil, a veces, visualizar sus códigos ocultos.
En el Norte la importancia entre los dos enfoques de la Cooperación podemos comenzar a verla de forma muy patente:
Tampoco hay que caer en el error de pensar que el sector "reformista" del desarrollo está soportado y promovido sólo por los gobiernos y el sector "transformador" está formado por las organizaciones no gubernamentales. Debemos reconocer que la mayor parte de ONG y de la opinión pública de los países del Norte están en este primer sector y ven perfectamente bien, con algunos fallos puntuales naturalmente, el funcionamiento actual de la Cooperación, pensando incluso que por este camino se puede dar solución, poco a poco, a los graves problemas del mundo actual.
Un ejemplo de esto último es el éxito de las campañas de apadrinamientos de niños y niñas, ayuda a las emergencias y otras actividades puntuales de este tipo tan magníficamente servidas por los medios de difusión, especialmente la televisión y a las que contribuyen, con su mejor buena fe, una gran parte de la población, sensible a los problemas de los otros pero sin analizar las causas de dichos problemas para conseguir que algún día no hagan falta este tipo de campañas. (Por parte de las organizaciones "transformadoras"¿se ha intentado, en estos casos, hacer reflexionar suficientemente a la población sobre la diferencia entre soluciones individuales y colectivas? ¿o sobre el pan para hoy, hambre para mañana?)
¿No se estará promoviendo, con esta visión "reformista" del desarrollo y sus correspondientes campañas, la "emergencia sostenible" o "la sostenibilidad de la cooperación al desarrollo" más que "la cooperación para el desarrollo sostenible"?.
Trasladándonos ya a los países del Sur nos encontramos con una primera discusión: ¿quién debe liderar o ser el protagonista del desarrollo en dichos países? Para el sector "reformista" está claro que es el Norte, de forma paternalista en el mejor de los casos y hasta la imposición de políticas financieras, arancelarias, migratorias, etc. Naturalmente, nadie de este sector dirá públicamente, por políticamente incorrecto, que los protagonistas del desarrollo en los países del Sur son los gobiernos y las fuerzas económicas del Norte.
Pese a la confusión que suele haber en el discurso, en la práctica la diferencia entre los dos sectores de la cooperación es evidente. El sector "transformador", que orienta su trabajo a cambios profundos, trata de apoyar de forma financiera y técnica la ejecución de los "proyectos" e iniciativas elaborados por organizaciones de los países del Sur, cuanto más participativas mejor. El protagonista es la organización local, no la extranjera. Lo importante es el fortalecimiento de las organizaciones e instituciones del Sur, no los proyectos.
Recordamos aquí el caso de un ayuntamiento español, hermanado con un pequeño ayuntamiento nicaragüense y al que de forma continuada transfería apoyo financiero y técnico. En las elecciones de 1990 cambió el alcalde del pueblo de Nicaragua y ante la supuesta inoperancia de dicho alcalde, el Ayuntamiento español organizó en el pueblo un Comité Local de Hermanamiento, como un ayuntamiento paralelo y más potente que el propio ayuntamiento, que gestionó a partir de aquel momento toda la cooperación. Lo importante era la correcta ejecución de los proyectos aunque se debilitara la institucionalidad municipal.
Otra labor más difícil de lograr, pero que está en la mente de las organizaciones del sector renovador, es el intercambio continuado de problemas, debates y soluciones entre sectores paralelos del Norte y del Sur, el famoso diálogo Norte-Sur, como ya se viene realizando, de forma muy incipiente pero importante, en algunos campos como en la universidad, municipios, salud pública, etc.
En el sector "reformista" de la cooperación, los proyectos deben ejecutarse dirigidos por personal extranjero, en el mejor de los casos con contrapartes locales, que en muchos casos suelen ser consultoras contratadas para tal fin. Naturalmente, los objetivos, prioridades, alcances y métodos de trabajo son decididos por las organizaciones del Norte. Sin ir más lejos, la Unión Europea está imponiendo actualmente en Centroamérica sus procedimientos de licitaciones, de contrataciones y compras, pasando olímpicamente por encima de las leyes nacionales de cada país.
Y ya hemos llegado al "proyecto", centro de este universo de la cooperación y centro de muchos países en vías de desarrollo. En algunos países todo se ejecuta con "proyectos". Los países del Sur, con Estados cada vez más discapacitados, ya no tienen políticas ni estrategias, como no sea las encaminadas a satisfacer su deuda externa y plegarse a las directrices de los organismos financieros internacionales. El papel del Estado, además de la privatización de todo lo privatizable (precisamente para satisfacer las imposiciones de estas instituciones financieras), se limita al pago de los salarios de su ?cada vez más mermada? plantilla de funcionarios, médicos, maestros, etc..., y a gastos de funcionamiento. El resto de los fondos para cualquier inversión queda en manos de los "proyectos" financiados desde el exterior.
Aunque el "proyecto" mantiene todavía su vigencia como centro de este mundo, hace tiempo se comprendió la poca eficacia del mismo como elemento puntual del desarrollo, poniéndose de moda en los años 90 los "proyectos integrales" que intentaban, con la mejor buena voluntad, agrupar diversas acciones, en un mismo territorio, que articularan y compensaran el desarrollo de diversos sectores locales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estos "proyectos integrales" se redujeron a un cúmulo de actividades variadas, un poco de cada cosa, en algunos casos relacionadas entre sí y en otros ni tan sólo eso. Más adelante, apareció un nuevo eufemismo, el "programa", con un incipiente carácter estratégico a medio plazo y conteniendo en su interior varios "proyectos". En la mayor parte de los casos estos "programas" se han convertido en meros "proyectos", con mayor o menor volumen de financiamiento. Gran parte de la población beneficiaria entiende, y con razón, por "programa" simplemente un proyecto grande [3].
Por desgracia, la mayor parte de la cooperación al desarrollo funciona con los parámetros marcados por los que creen en la cooperación como elemento de amortiguamiento más que como elemento de transformación.
La mayor parte de la cooperación y, por tanto, de los proyectos, se mueven bajo estos criterios "reformistas". En unos casos, porque sus ejecutores, Gobiernos del Norte, la Unión Europea y otros organismos internacionales, ya tienen claros dichos criterios y, con discursos más o menos elaborados, les parece bien la actual marcha del desarrollo, en todo caso con algunos retoques y maquillajes. En otros casos, porque las organizaciones que sí creen en otro tipo de desarrollo, y por tanto de cooperación, no tienen capacidad política y sobre todo económica para desarrollar otro tipo de proyectos y actividades que los que les imponen las instituciones financiadoras.
Las falta de capacidad para generar recursos propios de la mayoría de las organizaciones del sector "transformador", hace que tengan que aceptar, demasiadas veces, las condiciones de sus financiadores, apareciendo luego como simples comparsas en esta constelación de cooperaciones.
Algunas de estas organizaciones son perfectamente conscientes de sus contradicciones y de sus limitaciones reales para hacer otro tipo de cooperación, pero de forma realista, aceptan ejecutar "proyectos" que se les ofrecen para ir introduciendo de forma suave, pero en muchos casos eficaz, elementos claves de participación, toma de decisiones, articulaciones, fortalecimiento de la institucionalidad local, etc... base para un nuevo tipo de desarrollo y de cooperación, para cuando lleguen tiempos mejores. A menudo estos ajustes y mejoras en los proyectos crean fuertes tensiones con las instituciones financiadoras, que llegan a ver estos elementos de desarrollo como un cambio de los objetivos con los que se aprobó el proyecto o, incluso, de los procedimientos administrativos, que para muchos financiadores llegan a ser más importantes que los propios objetivos.
Está a la vista de todos el "castigo" que sufren algunas de estas organizaciones del Norte por parte de algunas instituciones financiadoras, por querer ser fieles a su concepto de cooperación "transformadora" en el Sur y a su papel de crítica y denuncia en el Norte.
Más inexplicable resulta quizá la incoherencia de algunas potentes organizaciones no gubernamentales del Norte entre, por un lado, la línea "transformadora" de su discurso, su trabajo en el Norte, su valiente y elaborada crítica al concepto dominante del desarrollo y la cooperación y, por otro lado, su trabajo en los países del Sur, en la tradición más rutinaria de centenares de proyectos y proyectitos, esparcidos por multitud de países y sin ninguna estrategia concreta.
Algo parecido podríamos decir de algunas agencias de Naciones Unidas que, olvidando su discurso progresista y transformador, acaban actuando como cualquier organización asistencialista, dedicándose a hacer "proyectos", en el peor sentido de la palabra, y sentándose, al lado de las ONG, en la misma mesa de donantes, intentado conseguir un "buen proyecto" que con su comisión u overhead les ayude a sobrevivir un tiempo más.
Las consecuencias del concepto dominante de la cooperación queda patente cuando se vive el día a día en los países del Sur, especialmente en los más pequeños, entre los que Nicaragua se ha convertido en un triste paradigma.
Las instituciones locales son cada día más débiles. Por un lado, por la falta de recursos propios sobre los que poder decidir. La mayor parte de inversiones se ejecutan con financiamiento procedente de la cooperación internacional, con las imposiciones de las que ya hemos hablado. Por otro lado, por su descapitalización técnica. Mientras un técnico local cualificado de una institución gana como mucho 1.000 dólares al mes, el mismo técnico "fichado", en lenguaje futbolístico, por un organismo internacional puede llegar a ganar hasta 3.500. A nivel más bajo, también algunas ONG del Norte contribuyen a esta fuga de cerebros de las instituciones. Un arquitecto municipal, de los pocos que existen en Nicaragua, no llega a ganar unos 500 dólares mensuales. Muchos de ellos han sido contratados por ONG por 1.000 dólares o más, con la lógica de tener los mejores técnicos para ejecutar mejor "sus" proyectos. Se trata de "ejecutar proyectos" de una forma frenética, cuantos más mejor y por lo tanto se deben buscar los mejores cuadros, cosa que muchas veces tampoco se logra por la falta de los mínimos recursos. Por cierto, también ha cambiado el concepto de "buen profesional".
En este panorama no es extraño que cualquier técnico, funcionario, incluso ex-alcalde desee trabajar en "la cooperación", que además suele tratarle mejor y con una sensibilidad, en general, superior a la de su antigua institución.
La población llamada beneficiaria (habría que analizar también "beneficiaria de qué") acaba viendo dos gobiernos que dirigen su país. El Gobierno propio, elegido de forma más o menos democrática, cada 4, 5 o 6 años, que no planifica, que no tiene estrategias (como no sea la de cómo devolver la deuda externa que le agobia), que no tiene capacidad de resolver los problemas estructurales del país y que, para mayor inri, está bajo sospecha, generalmente basada en hechos absolutamente demostrables, del mal uso de los recursos, para no hablar claramente de corrupción.
Por otro lado está el "gobierno", aparentemente más eficaz, de "la cooperación". Es un gobierno no elegido, no colegiado, también sin estrategias ni planificación alguna, formado por constelaciones de cooperaciones gubernamentales, no gubernamentales, organismos financieros (que no donan sino que prestan, pero que son considerados igual por la población), organismos multilaterales, agencias de NN.UU., etc. Este gobierno paralelo, tampoco resuelve problemas estructurales, pero sí mejora algunos problemas puntuales, pues tiene más dinero, capacidad de contratar técnicos y promotores, tiene mejor imagen y gran parte de sus funcionarios son más amigables con sus trabajadores y con la población en general que el otro gobierno, el propio del país.
Un municipio del norte de Nicaragua, El Jicaral, exhibe, en una parada de bus, una placa conmemorativa de la construcción de la obra con la significativa frase "...construida con fondos propios", lo que indica lo extraordinario del hecho...
Otro aspecto, objeto de un estudio monográfico, sería el impacto económico y social, bueno y malo, que representa, representamos, toda esta legión de consultores, técnicos, cooperantes extranjeros, que van y vienen o se mantienen estables, en países pequeños como los centroamericanos, en cuanto a precios de viviendas, salarios a personal local (servicio doméstico, conductores, vigilantes...), hoteles, restaurantes, supermercados, locales de diversión, turismo y consumo en general, llegando a convertirse en una especie de clase social, no muy numerosa pero sí muy fuerte a nivel económico y con importante influencia social y política.
En definitiva, de las dos cooperaciones está claro que, por ahora, domina, la "reformista", que no sólo actúa de acuerdo con sus objetivos, sino que fuerza a la otra, a la "transformadora" a actuar de igual manera y olvidarse, a menudo, de sus principios básicos sobre la cooperación. Gran parte de este retablo, quizá desordenado, de contradicciones e incoherencias de la cooperación o de las cooperaciones, procede en el fondo de esta falta de clarificación en nuestros objetivos finales.
Entre los sectores más conscientes y preocupados por el desarrollo y la cooperación para el desarrollo suele haber la impresión de que el mundo no va bien, y la cooperación tampoco. Mejor dicho, se suele pensar que va muy mal y estamos volviendo, si es que alguna vez salimos, al asistencialismo caritativo y misionero del siglo XIX, en el mejor de los casos. Eso sí, aderezado con una amplia parafernalia de metodologías, procedimientos, marcos lógicos, auditorías (siempre de forma, casi nunca de contenido), lenguaje y una nueva clase de ejecutivos, consultores y técnicos mucho menos espontáneos y sinceros que muchos de aquellos misioneros mencionados de siglos pasados.
Pero no todo tiene que ser pesimismo. Quizá la cooperación al desarrollo dominante está tocando fondo. Hay señales que así lo hacen ver y esperar.
Cantidad de organizaciones y actores de la cooperación suben diariamente el nivel de sus análisis, de sus críticas por los bajos resultados alcanzados hasta ahora. Organizaciones de la corriente "transformadora" se agrupan, para poder tener más incidencia sobre la sociedad, sobre todo en la del Norte. Se intenta dar la voz de alarma sobre el "proyecto" como herramienta alienante, frente al proyecto como herramienta de intercambio y de cambio. Se plantea, cada vez más, lo absurdo de esta cooperación mientras no cambien las reglas de juego del comercio mundial y de las relaciones internacionales en general.
Se está dejando de ver a la cooperación como un elemento autóctono sin mucho sentido, para pasar a ser una pieza más del desarrollo: comercio, aranceles, créditos, deuda externa, soberanía alimentaria, migraciones, etc., cuya evolución mueve cada vez más gente, sobre todo entre la juventud.
El tan deseado diálogo Norte-Sur quizá no se está realizando como pensábamos que debía realizarse, pero lo cierto es que centenares, miles de jóvenes del Norte viajan cada año a los países del Sur regresando, la mayoría de ellos, impactados y con otra visión del mundo y de su futuro, muchas veces sin un análisis a fondo, sin una salida inmediata a tantos problemas que han descubierto, pero sí con una fuerte inquietud dentro.
Cuando, en los años 80, llegaban a Nicaragua centenares de jóvenes, para participar o, al menos, asistir a la revolución más abierta del siglo XX, podía parecer un romanticismo juvenil. La revolución nicaragüense dejó hace 13 años el poder y los jóvenes siguen llegando, con una inquietud más amplia que la de la revolución en un país, con una visión más global de los problemas del desarrollo.
Queda mucho trabajo, en el Norte sobre todo, y en las ONG más dinámicas, para ir articulando y buscando salidas a las inquietudes de todo este potencial humano que viaja al Sur, que se manifiesta contra la globalización asimétrica, contra los desiguales tratados de libre comercio, etc. En el fondo, estamos todos en la misma dirección y en el mismo barco.NOTAS
NOTAS:
Esta anécdota no pasa de ser una detalle pintoresco de los múltiples errores de la cooperación, pero sin mayor importancia estratégica (hay que aclarar que a la gente del Che Guevara, la anécdota no le pareció nada pintoresca, por cierto).
Nueve años después, unas ONG ejecutaban un proyecto de 100 viviendas de carácter social en Estelí, Nicaragua, financiado por la Unión Europea [2]. Por una llamada "norma de origen", la UE exige que todos los materiales empleados en los proyectos que financia sean fabricados en la UE, en el país beneficiario o, según el caso, en algún otro país de la zona. No fue posible encontrar enchufes eléctricos fabricados en Nicaragua ni en ningún país de los autorizados (en la UE los enchufes tienen otras características que en Latinoamérica). Las ONG solicitaron, en vista de ello, la exoneración de la "norma de origen". Pasaron cinco meses hasta que Bruselas dio el permiso y se pudieron comprar enchufes fabricados en Costa Rica. Finalmente, el proyecto pudo terminarse, pese a este retraso.
La existencia de esta "norma de origen" ya no es una simple anécdota. Detrás de ella hay toda una manera de entender y ejecutar la cooperación al desarrollo, de mezclar objetivos, de priorizar ciertos procedimientos que conducen a veces a situaciones como la mencionada.
Sirva esta introducción para reflexionar sobre un tema que, aunque muchos lo conocemos, no le damos la importancia que tiene para enfocar cualquier debate sobre la cooperación.
Ante el históricamente reciente fenómeno de la cooperación, es habitual oír hablar de las ONG, de la cooperación al desarrollo y del propio desarrollo, mezclando actores, objetivos, procedimientos, acciones, etc., y metiéndolos todos en un mismo saco como si de un sector homogéneo se tratara.
Los mismos que estamos interviniendo en este sector, desde hace muchos años, caemos a veces en esta generalización, discutiendo sobre cómo debe ser la cooperación, como debe ser el desarrollo, cuál debe ser nuestro trabajo y cuál el de las instituciones del Norte y del Sur.
Al hablar de Cooperación al Desarrollo, o simplemente de Cooperación y analizar sus métodos de trabajo, sus efectos, sus impactos y sobre todo sus estrategias, solemos olvidar que no hay una "Cooperación", sino fundamentalmente dos cooperaciones, claramente diferenciadas, aunque con un amplio espectro intermedio de "cooperaciones", tanto en sentido filosófico como en la práctica cotidiana.
Estamos hablando naturalmente de una visión de la Cooperación como herramienta para contribuir a un cambio profundo de las estructuras y relaciones económicas, sociales y políticas del mundo, con todas sus consecuencias tanto para los países del Norte como para los del Sur y de otra visión de la Cooperación, como conjunto de mecanismos para paliar las brutales diferencias que hay en el planeta y evitar una explosión social y un desastre medioambiental manteniendo en el fondo la actual estructura de equilibrio, o mejor dicho de desequilibrio, entre países y bloques dominantes y dominados.
No se trata de una división entre buenos y malos sino de dos maneras distintas de entender el mundo, la justicia, la estabilidad, en definitiva los objetivos de la humanidad y el papel de cada cual para contribuir a la consecución de estos objetivos.
Tampoco se puede simplificar pensando que unos objetivos son utópicos y los otros realistas. En realidad ambos enfoques de la cooperación, o mejor dicho del desarrollo del mundo, son utópicos por igual. ¿Qué es más utópico, pensar en un mundo transformado, igualitario y con países y pueblos con iguales oportunidades, o en un mantenimiento perpetuo de un mundo con profundas desigualdades o, en el mejor de los casos, algo atenuadas?.
Sin tener en cuenta estos dos enfoques de la Cooperación es muy difícil establecer un diálogo coherente y ordenado y mucho menos ponerse de acuerdo en una metodología de trabajo. Con enfoques tan distintos, nos atreveríamos a decir opuestos, los respectivos objetivos generales (que se diría en el tan maltratado marco lógico), tienen muy poco que ver.
En el "sector transformador", es decir los que ven la Cooperación como una herramienta de cambios profundos en el mundo, se encuentran movimientos sociales, algunas ONG, no todas ni mucho menos, algunos políticos del Sur, intelectuales, algunos expertos de organismos internacionales y un sector pequeño aunque creciente de la población, para los cuales el horizonte deseable es un mundo con unas relaciones y articulaciones absolutamente distintas de las actuales, basadas en la lógica de la justicia que conduzca a tener, algún día, como "socios" de parecido nivel a los países del Sur.
En el segundo sector de la cooperación, el "reformista", figuran casi todos los gobiernos del Norte, buena parte de los del Sur, muchas ONG y muchas asociaciones benéficas, algunas con el espíritu misionero de siglos pasados. Algunos estrategas de este sector parten de uno de los principios de la cooperación norteamericana de los años 80: "Japón nunca más". Dicho de otra manera: no se puede repetir el "error" de apoyar el desarrollo de países que más adelante lleguen a ser no sólo socios, sino competidores. Para este sector reformista se trata pues de buscar, para los países del Sur, un desarrollo que mantenga y legitime la situación actual, algo mejorada para evitar explosiones sociales y para crear mercados relativamente capaces de absorber la producción de los llamados países desarrollados.
Para los europeos, un ejemplo palpable de estos dos enfoques es el planteamiento de la cooperación entre los países más desarrollados y menos desarrollados de la Unión Europea y el planteamiento, muy distinto, de la cooperación europea con los países del Sur.
Los "fondos de compensación" europeos, que así se llaman y no sólo eufemísticamente, están montados sobre una detallada planificación y tratan de conseguir, por una serie de razones y con todos los errores que se quiera, una Europa social y económicamente lo más homogénea posible, con socios, más o menos homologables que no generen tensiones graves entre ellos: migraciones, desequilibrios productivos y de exportación, etc.
Este planteamiento, detalladamente planificado, ligado a políticas productivas, comerciales y financieras a medio y largo plazo no tiene nada que ver con la cooperación con los países del Sur. Está claro que Europa es Europa y el resto del mundo no.
Como decíamos al principio, las cosas no son tan en blanco y negro y existen amplias zonas grises entre los dos sectores de la cooperación, el reformista y el transformador. En algunos casos, estas zonas intermedias se dan por una simple falta de reflexión, de conocimiento real de los países del Sur, de análisis de los problemas del mundo y de su desarrollo futuro y también por la simple rutina en que ha caído buena parte de la cooperación. También los sentimientos y emociones personales muchas veces crean estos grises en la cooperación. La mayor parte de la población del Norte al ver en vivo ciertas situaciones en el Sur, siente que debe haber cambios profundos, pero a su vez, al volver la vista a sus países del Norte tiene muy claro la defensa de su estatus, que quedaría afectado, sin duda, con esas transformaciones que cree necesarias.
Además, en la práctica ninguno de estos dos sectores suele trabajar de una forma aislada. Con mayor o menor intensidad, cada uno de ellos trabaja codo a codo con el otro, mezclando estrategias, métodos de trabajo, sistemas de organización, etc. Ello contribuye también a la existencia de amplias franjas grises, entre los dos sectores de la cooperación. El resultado final es el de una especie de cooperación híbrida que no satisface a unos ni a otros y que fundamentalmente no contribuye a ningún desarrollo serio de los países del Sur.
Este trabajo conjunto, al que parece estamos condenados los dos sectores de la cooperación, de colaboración, articulaciones, dependencias económicas (y demasiadas veces, de sumisión de uno al otro), confunde muchas veces las discusiones sobre lo que hacemos, dónde lo hacemos, con quien lo hacemos, y sobre todo para qué lo hacemos.
Podría parecer que estos dos enfoques de la cooperación y del desarrollo, son muy simples, sus objetivos finales muy utópicos y que su debate podría llevar a una discusión bizantina, en lugar de discutir más la realidad del día a día de la cooperación.
Pero la importancia del debate, y de aceptar que existen las dos corrientes o sectores de la cooperación, es precisamente fundamental para este día a día. En cualquier estrategia, planificación, proyecto, método de trabajo o actividad concreta se trasluce inmediatamente el tipo de cooperación que está detrás. Muchas veces discutir una simple actividad entre "financiador" y ONG "ejecutora" puede ser un auténtico diálogo de besugos si no nos paramos a pensar: ¿dónde quiere ir el otro?, ¿dónde quiero ir yo? Cuando se acepta la existencia de diferentes objetivos de la cooperación es mucho más fácil entenderse, llegar a puntos de acuerdo y de colaboración sin renunciar a los respectivos objetivos.
Otro problema es que, casi siempre, la claridad de estos objetivos, por miedos, vergüenzas u otros motivos menos confesables, queda enmascarada con los bellos discursos y declaraciones llenos de ambigüedades, bellas frases y eufemismos de los que es difícil, a veces, visualizar sus códigos ocultos.
En el Norte la importancia entre los dos enfoques de la Cooperación podemos comenzar a verla de forma muy patente:
- ¿Los Ministerios e instituciones gubernamentales de cooperación deben ser agentes para contribuir, junto con otros, a un nuevo orden económico, social y político mundial, o deben ser simples instrumentos de la política económica de dichos gobiernos, destinada a mantener el estatus de sus países?.
- ¿Las asociaciones para la cooperación, ONG, deben ser sencillamente gestores de la ayuda al desarrollo del Sur que financian gobiernos, organismos multilaterales y la propia sociedad civil o deben ser promotores de conciencia cívica, de crítica al sistema de desarrollo actual y a la propia cooperación, es decir auténticos agitadores sociales?.
- ¿Dónde debe estar el principal trabajo de las ONG del Norte, en su propio país o en el Sur, como ocurre ahora de forma mayoritaria?.
- ¿No tendrá esto algo que ver con las relativas facilidades que dan la mayoría de financiadoras para trabajar en el Sur y el escaso apoyo que se facilita para trabajar en el Norte?. ¿No será que es más cómodo tener a los "agitadores" en el Sur, "haciendo proyectos" que tenerlos en casa creando problemas?.
Tampoco hay que caer en el error de pensar que el sector "reformista" del desarrollo está soportado y promovido sólo por los gobiernos y el sector "transformador" está formado por las organizaciones no gubernamentales. Debemos reconocer que la mayor parte de ONG y de la opinión pública de los países del Norte están en este primer sector y ven perfectamente bien, con algunos fallos puntuales naturalmente, el funcionamiento actual de la Cooperación, pensando incluso que por este camino se puede dar solución, poco a poco, a los graves problemas del mundo actual.
Un ejemplo de esto último es el éxito de las campañas de apadrinamientos de niños y niñas, ayuda a las emergencias y otras actividades puntuales de este tipo tan magníficamente servidas por los medios de difusión, especialmente la televisión y a las que contribuyen, con su mejor buena fe, una gran parte de la población, sensible a los problemas de los otros pero sin analizar las causas de dichos problemas para conseguir que algún día no hagan falta este tipo de campañas. (Por parte de las organizaciones "transformadoras"¿se ha intentado, en estos casos, hacer reflexionar suficientemente a la población sobre la diferencia entre soluciones individuales y colectivas? ¿o sobre el pan para hoy, hambre para mañana?)
¿No se estará promoviendo, con esta visión "reformista" del desarrollo y sus correspondientes campañas, la "emergencia sostenible" o "la sostenibilidad de la cooperación al desarrollo" más que "la cooperación para el desarrollo sostenible"?.
Trasladándonos ya a los países del Sur nos encontramos con una primera discusión: ¿quién debe liderar o ser el protagonista del desarrollo en dichos países? Para el sector "reformista" está claro que es el Norte, de forma paternalista en el mejor de los casos y hasta la imposición de políticas financieras, arancelarias, migratorias, etc. Naturalmente, nadie de este sector dirá públicamente, por políticamente incorrecto, que los protagonistas del desarrollo en los países del Sur son los gobiernos y las fuerzas económicas del Norte.
Pese a la confusión que suele haber en el discurso, en la práctica la diferencia entre los dos sectores de la cooperación es evidente. El sector "transformador", que orienta su trabajo a cambios profundos, trata de apoyar de forma financiera y técnica la ejecución de los "proyectos" e iniciativas elaborados por organizaciones de los países del Sur, cuanto más participativas mejor. El protagonista es la organización local, no la extranjera. Lo importante es el fortalecimiento de las organizaciones e instituciones del Sur, no los proyectos.
Recordamos aquí el caso de un ayuntamiento español, hermanado con un pequeño ayuntamiento nicaragüense y al que de forma continuada transfería apoyo financiero y técnico. En las elecciones de 1990 cambió el alcalde del pueblo de Nicaragua y ante la supuesta inoperancia de dicho alcalde, el Ayuntamiento español organizó en el pueblo un Comité Local de Hermanamiento, como un ayuntamiento paralelo y más potente que el propio ayuntamiento, que gestionó a partir de aquel momento toda la cooperación. Lo importante era la correcta ejecución de los proyectos aunque se debilitara la institucionalidad municipal.
Otra labor más difícil de lograr, pero que está en la mente de las organizaciones del sector renovador, es el intercambio continuado de problemas, debates y soluciones entre sectores paralelos del Norte y del Sur, el famoso diálogo Norte-Sur, como ya se viene realizando, de forma muy incipiente pero importante, en algunos campos como en la universidad, municipios, salud pública, etc.
En el sector "reformista" de la cooperación, los proyectos deben ejecutarse dirigidos por personal extranjero, en el mejor de los casos con contrapartes locales, que en muchos casos suelen ser consultoras contratadas para tal fin. Naturalmente, los objetivos, prioridades, alcances y métodos de trabajo son decididos por las organizaciones del Norte. Sin ir más lejos, la Unión Europea está imponiendo actualmente en Centroamérica sus procedimientos de licitaciones, de contrataciones y compras, pasando olímpicamente por encima de las leyes nacionales de cada país.
Y ya hemos llegado al "proyecto", centro de este universo de la cooperación y centro de muchos países en vías de desarrollo. En algunos países todo se ejecuta con "proyectos". Los países del Sur, con Estados cada vez más discapacitados, ya no tienen políticas ni estrategias, como no sea las encaminadas a satisfacer su deuda externa y plegarse a las directrices de los organismos financieros internacionales. El papel del Estado, además de la privatización de todo lo privatizable (precisamente para satisfacer las imposiciones de estas instituciones financieras), se limita al pago de los salarios de su ?cada vez más mermada? plantilla de funcionarios, médicos, maestros, etc..., y a gastos de funcionamiento. El resto de los fondos para cualquier inversión queda en manos de los "proyectos" financiados desde el exterior.
Aunque el "proyecto" mantiene todavía su vigencia como centro de este mundo, hace tiempo se comprendió la poca eficacia del mismo como elemento puntual del desarrollo, poniéndose de moda en los años 90 los "proyectos integrales" que intentaban, con la mejor buena voluntad, agrupar diversas acciones, en un mismo territorio, que articularan y compensaran el desarrollo de diversos sectores locales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estos "proyectos integrales" se redujeron a un cúmulo de actividades variadas, un poco de cada cosa, en algunos casos relacionadas entre sí y en otros ni tan sólo eso. Más adelante, apareció un nuevo eufemismo, el "programa", con un incipiente carácter estratégico a medio plazo y conteniendo en su interior varios "proyectos". En la mayor parte de los casos estos "programas" se han convertido en meros "proyectos", con mayor o menor volumen de financiamiento. Gran parte de la población beneficiaria entiende, y con razón, por "programa" simplemente un proyecto grande [3].
Por desgracia, la mayor parte de la cooperación al desarrollo funciona con los parámetros marcados por los que creen en la cooperación como elemento de amortiguamiento más que como elemento de transformación.
La mayor parte de la cooperación y, por tanto, de los proyectos, se mueven bajo estos criterios "reformistas". En unos casos, porque sus ejecutores, Gobiernos del Norte, la Unión Europea y otros organismos internacionales, ya tienen claros dichos criterios y, con discursos más o menos elaborados, les parece bien la actual marcha del desarrollo, en todo caso con algunos retoques y maquillajes. En otros casos, porque las organizaciones que sí creen en otro tipo de desarrollo, y por tanto de cooperación, no tienen capacidad política y sobre todo económica para desarrollar otro tipo de proyectos y actividades que los que les imponen las instituciones financiadoras.
Las falta de capacidad para generar recursos propios de la mayoría de las organizaciones del sector "transformador", hace que tengan que aceptar, demasiadas veces, las condiciones de sus financiadores, apareciendo luego como simples comparsas en esta constelación de cooperaciones.
Algunas de estas organizaciones son perfectamente conscientes de sus contradicciones y de sus limitaciones reales para hacer otro tipo de cooperación, pero de forma realista, aceptan ejecutar "proyectos" que se les ofrecen para ir introduciendo de forma suave, pero en muchos casos eficaz, elementos claves de participación, toma de decisiones, articulaciones, fortalecimiento de la institucionalidad local, etc... base para un nuevo tipo de desarrollo y de cooperación, para cuando lleguen tiempos mejores. A menudo estos ajustes y mejoras en los proyectos crean fuertes tensiones con las instituciones financiadoras, que llegan a ver estos elementos de desarrollo como un cambio de los objetivos con los que se aprobó el proyecto o, incluso, de los procedimientos administrativos, que para muchos financiadores llegan a ser más importantes que los propios objetivos.
Está a la vista de todos el "castigo" que sufren algunas de estas organizaciones del Norte por parte de algunas instituciones financiadoras, por querer ser fieles a su concepto de cooperación "transformadora" en el Sur y a su papel de crítica y denuncia en el Norte.
Más inexplicable resulta quizá la incoherencia de algunas potentes organizaciones no gubernamentales del Norte entre, por un lado, la línea "transformadora" de su discurso, su trabajo en el Norte, su valiente y elaborada crítica al concepto dominante del desarrollo y la cooperación y, por otro lado, su trabajo en los países del Sur, en la tradición más rutinaria de centenares de proyectos y proyectitos, esparcidos por multitud de países y sin ninguna estrategia concreta.
Algo parecido podríamos decir de algunas agencias de Naciones Unidas que, olvidando su discurso progresista y transformador, acaban actuando como cualquier organización asistencialista, dedicándose a hacer "proyectos", en el peor sentido de la palabra, y sentándose, al lado de las ONG, en la misma mesa de donantes, intentado conseguir un "buen proyecto" que con su comisión u overhead les ayude a sobrevivir un tiempo más.
Las consecuencias del concepto dominante de la cooperación queda patente cuando se vive el día a día en los países del Sur, especialmente en los más pequeños, entre los que Nicaragua se ha convertido en un triste paradigma.
Las instituciones locales son cada día más débiles. Por un lado, por la falta de recursos propios sobre los que poder decidir. La mayor parte de inversiones se ejecutan con financiamiento procedente de la cooperación internacional, con las imposiciones de las que ya hemos hablado. Por otro lado, por su descapitalización técnica. Mientras un técnico local cualificado de una institución gana como mucho 1.000 dólares al mes, el mismo técnico "fichado", en lenguaje futbolístico, por un organismo internacional puede llegar a ganar hasta 3.500. A nivel más bajo, también algunas ONG del Norte contribuyen a esta fuga de cerebros de las instituciones. Un arquitecto municipal, de los pocos que existen en Nicaragua, no llega a ganar unos 500 dólares mensuales. Muchos de ellos han sido contratados por ONG por 1.000 dólares o más, con la lógica de tener los mejores técnicos para ejecutar mejor "sus" proyectos. Se trata de "ejecutar proyectos" de una forma frenética, cuantos más mejor y por lo tanto se deben buscar los mejores cuadros, cosa que muchas veces tampoco se logra por la falta de los mínimos recursos. Por cierto, también ha cambiado el concepto de "buen profesional".
En este panorama no es extraño que cualquier técnico, funcionario, incluso ex-alcalde desee trabajar en "la cooperación", que además suele tratarle mejor y con una sensibilidad, en general, superior a la de su antigua institución.
La población llamada beneficiaria (habría que analizar también "beneficiaria de qué") acaba viendo dos gobiernos que dirigen su país. El Gobierno propio, elegido de forma más o menos democrática, cada 4, 5 o 6 años, que no planifica, que no tiene estrategias (como no sea la de cómo devolver la deuda externa que le agobia), que no tiene capacidad de resolver los problemas estructurales del país y que, para mayor inri, está bajo sospecha, generalmente basada en hechos absolutamente demostrables, del mal uso de los recursos, para no hablar claramente de corrupción.
Por otro lado está el "gobierno", aparentemente más eficaz, de "la cooperación". Es un gobierno no elegido, no colegiado, también sin estrategias ni planificación alguna, formado por constelaciones de cooperaciones gubernamentales, no gubernamentales, organismos financieros (que no donan sino que prestan, pero que son considerados igual por la población), organismos multilaterales, agencias de NN.UU., etc. Este gobierno paralelo, tampoco resuelve problemas estructurales, pero sí mejora algunos problemas puntuales, pues tiene más dinero, capacidad de contratar técnicos y promotores, tiene mejor imagen y gran parte de sus funcionarios son más amigables con sus trabajadores y con la población en general que el otro gobierno, el propio del país.
Un municipio del norte de Nicaragua, El Jicaral, exhibe, en una parada de bus, una placa conmemorativa de la construcción de la obra con la significativa frase "...construida con fondos propios", lo que indica lo extraordinario del hecho...
Otro aspecto, objeto de un estudio monográfico, sería el impacto económico y social, bueno y malo, que representa, representamos, toda esta legión de consultores, técnicos, cooperantes extranjeros, que van y vienen o se mantienen estables, en países pequeños como los centroamericanos, en cuanto a precios de viviendas, salarios a personal local (servicio doméstico, conductores, vigilantes...), hoteles, restaurantes, supermercados, locales de diversión, turismo y consumo en general, llegando a convertirse en una especie de clase social, no muy numerosa pero sí muy fuerte a nivel económico y con importante influencia social y política.
En definitiva, de las dos cooperaciones está claro que, por ahora, domina, la "reformista", que no sólo actúa de acuerdo con sus objetivos, sino que fuerza a la otra, a la "transformadora" a actuar de igual manera y olvidarse, a menudo, de sus principios básicos sobre la cooperación. Gran parte de este retablo, quizá desordenado, de contradicciones e incoherencias de la cooperación o de las cooperaciones, procede en el fondo de esta falta de clarificación en nuestros objetivos finales.
Entre los sectores más conscientes y preocupados por el desarrollo y la cooperación para el desarrollo suele haber la impresión de que el mundo no va bien, y la cooperación tampoco. Mejor dicho, se suele pensar que va muy mal y estamos volviendo, si es que alguna vez salimos, al asistencialismo caritativo y misionero del siglo XIX, en el mejor de los casos. Eso sí, aderezado con una amplia parafernalia de metodologías, procedimientos, marcos lógicos, auditorías (siempre de forma, casi nunca de contenido), lenguaje y una nueva clase de ejecutivos, consultores y técnicos mucho menos espontáneos y sinceros que muchos de aquellos misioneros mencionados de siglos pasados.
Pero no todo tiene que ser pesimismo. Quizá la cooperación al desarrollo dominante está tocando fondo. Hay señales que así lo hacen ver y esperar.
Cantidad de organizaciones y actores de la cooperación suben diariamente el nivel de sus análisis, de sus críticas por los bajos resultados alcanzados hasta ahora. Organizaciones de la corriente "transformadora" se agrupan, para poder tener más incidencia sobre la sociedad, sobre todo en la del Norte. Se intenta dar la voz de alarma sobre el "proyecto" como herramienta alienante, frente al proyecto como herramienta de intercambio y de cambio. Se plantea, cada vez más, lo absurdo de esta cooperación mientras no cambien las reglas de juego del comercio mundial y de las relaciones internacionales en general.
Se está dejando de ver a la cooperación como un elemento autóctono sin mucho sentido, para pasar a ser una pieza más del desarrollo: comercio, aranceles, créditos, deuda externa, soberanía alimentaria, migraciones, etc., cuya evolución mueve cada vez más gente, sobre todo entre la juventud.
El tan deseado diálogo Norte-Sur quizá no se está realizando como pensábamos que debía realizarse, pero lo cierto es que centenares, miles de jóvenes del Norte viajan cada año a los países del Sur regresando, la mayoría de ellos, impactados y con otra visión del mundo y de su futuro, muchas veces sin un análisis a fondo, sin una salida inmediata a tantos problemas que han descubierto, pero sí con una fuerte inquietud dentro.
Cuando, en los años 80, llegaban a Nicaragua centenares de jóvenes, para participar o, al menos, asistir a la revolución más abierta del siglo XX, podía parecer un romanticismo juvenil. La revolución nicaragüense dejó hace 13 años el poder y los jóvenes siguen llegando, con una inquietud más amplia que la de la revolución en un país, con una visión más global de los problemas del desarrollo.
Queda mucho trabajo, en el Norte sobre todo, y en las ONG más dinámicas, para ir articulando y buscando salidas a las inquietudes de todo este potencial humano que viaja al Sur, que se manifiesta contra la globalización asimétrica, contra los desiguales tratados de libre comercio, etc. En el fondo, estamos todos en la misma dirección y en el mismo barco.NOTAS
NOTAS:
- ® Proyecto de Desarrollo Integral en Río San Juan: AECI, Solidaridad Internacional, ACSUR Las Segovias, Asociación de Municipios de Río San Juan, ASODELCO.
- ® Proyecto de rehabilitación y construcción de viviendas sociales en Estelí: UE, ACSUR Las Segovias, IMPR-HU, Casa del Mundo.
- ® Un ambicioso programa de políticas nacionales de vivienda en Nicaragua, auspiciado por las NN.UU., para apoyar al Gobierno de este país (créditos a la vivienda social, planificación, coordinación con pequeñas y medianas financiadoras, articulación con municipalidades, etc.) terminó siendo un simple proyecto de 200 viviendas regaladas, debido al nulo interés del Gobierno, a la presión del Gobierno financiador que quería donar viviendas y no crear fondos revolventes y por la poca beligerancia del PNUD, que intentaba articular a todos los actores. El paso del "programa" a "proyecto" torpedeó los importantes esfuerzos de varías alcaldías por establecer unas auténticas políticas de vivienda social a nivel municipal.
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Financiación para el Desarrollo, Cooperación.