El Sur invisible
Existe y camina. En los países del Sur, donde llegan a trabajar las ONG españolas hay profesionales locales sin quienes el trabajo de las ONGD sería inviable porque son quienes mejor conocen su realidad y cómo mejorarla. Son las contrapartes, esas socias locales con las que trabajamos conjuntamente las organizaciones de aquí. Cuando una persona decide trabajar como cooperante en algún país, decide formarse previamente y conocer y aprender de otra cultura, descubrir la forma de vida de los otros y aportar experiencias y esfuerzos en el camino de esos pueblos.
Aunque la serie quiera centrarse en la vida del equipo español, es preocupante que todos, todos los personajes propios del país en cuestión – Colombia, como habrán pensado la mayoría de los espectadores, aunque se quiera un lugar indefinido y no se cite – respondan a estereotipos que acaban por situarlos en un plano inferior: nosotros si sabemos; ellos no saben. Ni un solo referente local que nos de algo constructivo y positivo.
Se repiten las ideas que no hacen sino mostrar a la población del Sur como los “pobrecitos”. Esa visión paternalista y maniquea que todo lo simplifica. O víctimas o verdugos. El paramilitar es malo. El guerrillero parece bueno pero también es malo. El conductor es vago y le gusta la bebida. La señora y su hija enferma son ignorantes. La chica guapa es eso, guapa y mantiene una relación -en secreto- con el jefe del hospital español.
Pero ahí están ellos y ellas, el equipo de Plan América, con soluciones para todo. Menos mal. Con perfiles para todos los gustos: la monja, la idealista-ingenua, el cínico, la sentimental... Pero también se equivocan y tienen dudas. Imagino que cada personaje nos dará pistas capítulo a capítulo de sus motivaciones para salvar al mundo.
Y ahí radica el problema de contenido de la serie. Si seguimos alimentando la idea “redentora” de la cooperación jamás construiremos una sociedad más justa. La cooperación no requiere de heroínas ni de santos. Si mantenemos la visión etnocentrista ante otros países nunca podremos trabajar juntos. Los pueblos tienen que ser los protagonistas de su desarrollo, tal vez no con el modelo que se impone desde el norte, con sus propias herramientas y con derecho a equivocarse. Nuestras soluciones no son ni las únicas ni las mejores. No le voy a pedir a una producción audiovisual de entretenimiento que exponga la realidad tal cuál es, necesita su espacio de ficción y creatividad, pero no nos olvidemos de la función educativa que también tienen los medios de comunicación, y de las posibilidades tan valiosas que estamos dejando pasar para mostrar valores positivos, solidarios y que nos hagan vivir en equidad.
Entiendo que una serie de televisión necesita acción, que pasen cosas para narrar sus historias, pero, sin negar la existencia de los conflictos armados, ni las difíciles condiciones que en muchas ocasiones encuentran las ONG para trabajar en determinados lugares, iniciar Plan América con un asalto, robo, intento de violación y una cooperante asesinada a balazos no es, afortunadamente, ni remotamente cercano a la realidad. Desde luego, el clima generado lleva al espectador a pensar más en los riesgos y la supervivencia de los cooperantes que en la realidad social e injusta en que viven los países que precisan del apoyo de la cooperación al desarrollo y sobre todo, en sus causas.
Flaco favor a una sociedad como la nuestra que aún no termina de creerse que para que nosotros vivamos como vivimos, otros están explotados y en condiciones precarias, que nuestro modo de vida, nuestras políticas comerciales, migratorias, económicas, afectan a la vida de miles de personas en otros países. Y que si las cosas no cambian no es porque no quieran, sino porque no queremos.
Veamos Plan América como una serie de ficción, más cercana a un hospital militar de campaña en plena guerra que a un proyecto de cooperación, y miremos al Sur y a sus gentes que tienen mucho que contar.
Corina Mora Torrero.
Comunicación. Plataforma 2015 y más.