Acostumbrados a la desigualdad
La fuerza de esta imagen no solo se plasma en la evidencia desgarradora de una desigualdad extrema sino, sobre todo, en la indiferencia y en la aceptación de la desigualdad. Y es sin duda esta aceptación la que permite que siga existiendo la desigualdad. Por eso la fotografía nos interpela, nos afecta y nos conmociona, porque señala que son precisamente la indiferencia y la aceptación las que explican la reproducción de la desigualdad.
La desigualdad, no obstante, no puede ser abordada exclusivamente como un problema individual. Es, por el contrario, un problema de carácter global que no ha parado de aumentar en las últimas tres décadas. Así lo ha hecho la denominada desigualdad de renta, que ha aumentado entre países y, especialmente y como elemento más novedoso, en los países.
Pero la desigualdad no solo se explica en términos de renta. Es necesario atender también a la diferencia de oportunidades y condiciones de vida en función de cuál sea nuestro género, nuestra etnia, nuestra edad, nuestro lugar de procedencia o nuestra opción sexual. Es la pertenencia a uno u otro grupo dentro de estas categorías la que explica las enormes desigualdades entre personas. Reducir el problema de la desigualdad a un mal reparto de la riqueza sería partir de un análisis excesivamente limitado.
De la misma manera, abordar la desigualdad desde una mirada nacional es necesario, pero insuficiente para encontrar verdaderas soluciones a un problema de alcance global que se explica por la existencia de asimetrías. Un reparto equitativo de la riqueza es necesario, sin duda, y políticas de cohesión garantes de la equidad son imprescindibles en todos los países. Pero solo serán realmente efectivas cuando se sustenten en acuerdos globales en torno al comercio, a la fiscalidad, a los modelos de producción y consumo, a la protección de los derechos humanos y al respeto a la naturaleza.
¿Qué harán la sociedad y la comunidad internacional en un momento importante para la agenda de desarrollo ? ¿Plantearán, como hicieron los Objetivos de Desarrollo del Milenio, una agenda centrada en abordar algunos de los más urgentes desafíos para el planeta y la humanidad, pero sin atender a las causas que los provocan?, es decir, ¿seguirán naturalizando las causas de los problemas para solo abordar sus síntomas? ¿O harán la comunidad y la sociedad internacional como José Palazón y tomarán distancia, la suficiente perspectiva y el ángulo adecuado para calibrar la necesaria dimensión de los problemas? Si este es el caso, ¿serán capaces de proponer medidas de redistribución del poder y corrección de las asimetrías globales?, ¿lo harán en temas como el comercio, los impuestos globales o el medio ambiente, por citar solo algunos de los más importantes? Hacerlo será reconocer que todos y todas formamos parte de la misma fotografía, y que la desigualdad es en realidad un problema de mala distribución del poder y de los recursos, pero también de las opciones y oportunidades. Los próximos meses, en los que se concretará la agenda de desarrollo post 2015 en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, serán fundamentales para la respuesta a estas preguntas. Estaremos en alerta.