Y los municipios también dan la espalda al desarrollo
Pero esta historia no es nueva, comenzó en el año 2010 cuando el Gobierno español renunció a sus compromisos en materia de cooperación y desarrollo internacional y se ha rubricado a lo largo de la actual legislatura. Ya desde aquel momento de quiebre, varias comunidades autónomas y entidades locales, entre ellas la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, decidieron también poner fin a su compromiso y a sus responsabilidades globales a través de la política de cooperación.
El análisis aplicado al caso madrileño ya en el inicio de este ciclo permitía vislumbrar lo que finalmente ha ocurrido: la práctica desaparición de la política de cooperación en la región madrileña, al menos en sus dos gobiernos principales. No asistíamos solo al desorbitado descenso de los recursos, se trataba de una crisis de dimensiones profundas, relacionada con una concepción instrumental y voluntarista de la cooperación, que hizo recaer buena parte del ajuste presupuestario en esta política ?la más castigada de todas las castigadas políticas sociales?. La construcción de una narrativa oficial basada en la confrontación entre los derechos y el bienestar de la ciudadanía madrileña y los de la ciudadanía de los países del Sur trató de justificar la opción política de la desconexión.
Esta desconexión, más allá de la crisis institucional, generó efectos muy negativos el conjunto de los actores de la cooperación madrileña: el debilitamiento del tejido asociativo y una crisis de participación y sentido cuyas consecuencias no somos capaces de vislumbrar.
El desmantelamiento, ¿significa la muerte de la cooperación?
Tener una política desmantelada y afrontando una profunda crisis no significa que los madrileños y las madrileñas renunciemos a un Madrid solidario, internacionalista y cosmopolita. Por el contrario, ante la inminente cita electoral y posible cambio de ciclo político, debemos apostar por la recuperación de nuestro compromiso con los derechos humanos, con la equidad, y con la sostenibilidad ambiental. Para ello es preciso recuperar la cooperación internacional para el desarrollo como una política pública y como seña de identidad de nuestra región.
Así pues, la ciudadanía madrileña, sus organizaciones de la sociedad civil y los actores políticos y sociales que serán protagonistas del nuevo ciclo político se encuentran ante el desafío de impulsar un “proceso constituyente” de las políticas de desarrollo. Se trata de un desafío colectivo que solo entre todos y todas podremos lograr, para el que debemos aprender de los errores del pasado, y atender, al menos, a tres retos:
El primero tiene que ver con la superación de la mirada voluntarista e instrumental que ha acompañado a las políticas de cooperación descentralizada. En el contexto de globalización, y de creciente interdependencia en la explicación y la solución a los problemas del desarrollo, la política de cooperación y el compromiso con el desarrollo global no pueden seguir siendo opcionales para los gobiernos locales y autonómicos. Son, por el contrario, responsabilidades adquiridas con la propia ciudadanía y con la ciudadanía global, así como requisitos imprescindibles para la contribución, desde lo local, a una buena gestión de los asuntos globales.
El segundo desafío en la construcción colectiva de la política de cooperación para el desarrollo tiene que ver con propio modelo que asuma la cooperación descentralizada. Aquí es donde las lecciones del pasado deben iluminar las decisiones futuras. Parece importante superar en un momento como el actual la tentación a volver a hablar de instrumentos de cooperación, vías de canalización de la ayuda, regiones prioritarias y sectores de intervención. Convendría definir previamente el horizonte de transformación de la cooperación madrileña, cuáles son los sujetos de cambio a los que se pretende fortalecer, qué procesos acompañar, qué objetivos integrales de desarrollo se marcan y qué modelo de participación se construye para lograr todo ello. A partir de ahí, sí será necesario un diseño colectivo de instrumentos y mecanismos que permitan superar la lógica instrumental basada en las relaciones en torno a la financiación.
El tercer desafío reclama la construcción de una nueva narrativa sobre el desarrollo y la cooperación. La narrativa construida sobre el altruismo ha sido capacidad de movilizar voluntad y apelar a las emociones, pero también ha permitido la incorporación de importantes márgenes de discrecionalidad. Es hora, por lo tanto, de hacer un llamamiento a las responsabilidades de la región madrileña en la justicia social y ambiental global, y a la construcción de un Madrid solidario, internacionalista y cosmopolita.
¿Estaremos a la altura del desafío?