Sáhara: indignidad y expolio de la comunidad internacional
Las componendas y arreglos diplomáticos entre las coronas española y marroquí no pueden seguir manteniendo en el cajón de los asuntos pendientes la violación sistemática de los derechos humanos fundamentales junto a nuestras fronteras. El pueblo español, articulado a través de innumerables organizaciones sociales, manifiesta la solidaridad consciente con el pueblo saharaui y realiza esfuerzos para paliar la inhumana situación a la que se les ha condenado. Miles de familias acogen a niños y niñas en sus casas desde hace años, organizaciones de todo tipo realizan visitas y establecen lazos de solidaridad y lucha por la justicia con la causa saharaui. Pero en el ámbito diplomático la cuestión sigue tratándose de forma vergonzante.
El Sáhara representa la última de las condenas impuestas por causa de una descolonización caprichosa e interesada, y nunca juzgada desde la responsabilidad de las antiguas metrópolis del primer mundo. Mientras tanto, a diario, observamos una lección de dignidad y resistencia del pueblo saharaui, generoso y espléndido en su acogida, esperanzado y confiado en su lucha por el futuro a pesar de las dificultades y persecuciones.
En mayo de 2006 el Parlamento europeo decidió permitir a sus barcos pescar en la costa del Sáhara Occidental, a pesar de que esta situación viola el derecho internacional. La UE y Marruecos acuerdan sobre el uso de la costa saharaui, lo que supone un reconocimiento de la soberanía marroquí por parte de la UE. Estamos hablando de uno de los caladeros más ricos del Planeta, 150.000 kilómetros cuadrados con más de 250 variedades de peces y moluscos.
Situación parecida sucede con las explotaciones petrolíferas, como el reciente acuerdo entre la Kerr McGee con sede en Dallas y el gobierno de Marruecos. La ONU señaló en una resolución que el Sáhara Occidental es un territorio sin autogobierno y que toda exploración de sus recursos sin permiso del pueblo autóctono es ilegal.
La política exterior española no puede seguir huyendo de la cuestión saharaui, utilizándola como recursos retórico de la solidaridad y la justicia, pero sin mover sus capacidades diplomáticas para resolver la situación. Los acuerdos comerciales y diplomáticos con Marruecos deberían introducir una cláusula condicional con el compromiso de una resolución justa para el pueblo saharaui, basada en el derecho de autodeterminación. Sin dilaciones ni excusas y de una vez por todas. Como se han de resolver los asuntos vergonzantes.