Palestina sufre el castigo y la comunidad internacional calla
Desde la creación del estado israelí en 1948 se cuentan por decenas las resoluciones basadas en el consenso y el derecho internacional que han sido sistemáticamente violadas por los planes de expansión de la política sionista y sus socios occidentales.
Organizaciones palestinas nos advierten que en Gaza escasean las medicinas, los alimentos y el resto de servicios básicos. Cada corte de suministro eléctrico pone en peligro miles de vidas humanas en hospitales y clínicas al borde del cierre por desabastecimiento. Los costes, en términos económicos y humanos, son incalculables. La desesperación campa a sus anchas por la prisión más grande del mundo. Se trata del castigo colectivo planificado más injusto, cruel y criminal del siglo XXI.
Nuestra alarma quiere denunciar no sólo lo que hacen los malvados, sino la pasividad de los buenos ante el mal. La comunidad internacional juega a circunloquios y ambigüedades mientras el hambre y la desesperanza minan la admirable fortaleza humana de palestinos y palestinas. Esta permisividad occidental se merece entrar por derecho propio en la historia universal de la infamia que Borges nunca debió dar por terminada.
¿Representa la Unión Europea con su pasividad el sentimiento de nuestra ciudadanía? Si el respeto a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional no guían nuestra diplomacia, ¿qué espera la Unión Europea ganar con su complicidad silenciosa?