Más que elecciones para el cambio en Zimbabwe
A sus 84 años, el antiguo guerrillero se quedó sin apoyos internacionales después de 28 años de mandato ininterrumpidos. El partido opositor Movimiento por el Cambio Democrático encabezado por el sindicalista Tsavangirai proclama su victoria con un 67% de los votos basándose en encuestas a pie de urna y anuncia que no aceptará ningún otro resultado. Tsavangirai impidió una reforma constitucional ganando el referéndum al gobierno en el año 2000 y denunció como fraudulentas las elecciones de 2002 y 2006. Ahora trata de adelantarse a los acontecimientos, quizá siguiendo las lecciones aprendidas hace pocos meses en Kenya.
Mientras, una población de 13 millones y medio de habitantes padece la más cruel de las pobrezas: el 83% de la población vive en condiciones de pobreza con menos de 2 dólares diarios, y la esperanza de vida media se sitúa hoy en los 40 años. Zimbabwe enfrenta hoy la mayor inflación del mundo, superior al 100.000%, con grandes dificultades para el acceso a la canasta básica de alimentos en un país con el 47% de la población con desnutrición. La ONU afirma que el país se está desintegrando.
No era este el sueño de los luchadores contra la segregación racial que se enfrentaron al gobierno del colono blanco Ian Smith cuando proclamó la independencia de la entonces Rodhesia del Sur en 1965. Cuando Gran Bretaña aceptó los resultados electorales en 1980, entregó el poder al ganador Mugabe a cambio de la firma de los Acuerdos de Lancaster, que entre otras cosas impedía la expropiación de tierras a los colonos europeos blancos. Eran el 5% de la población del país pero poseían el 70% de las tierras cultivables. A partir de los años 90 Mugabe es acusado de instigar las invasiones y expropiaciones forzosas de las haciendas de los blancos. Pero estas expropiaciones desordenadas, violentas y sin apoyo financiero ni plan posterior no consiguen iniciar la aún imprescindible reforma agraria en un país, que gracias a la agricultura intensiva y a la explotación de las minas de oro fue el segundo más rico de África mediado el siglo XX.
La caída del bloque soviético dejó a Mugabe sin apoyos. El FMI negó el acceso al crédito acusando de moroso al país. Y en enero de 2005, EEUU declara al país como del “eje del mal”, junto con Cuba, Irán, Myanmar, y Corea del Norte.
Ya sabemos que a la llamada comunidad internacional no le interesa la continuidad de Mugabe. Gane quien gane, sólo una excepcional movilización de recursos y políticas internacionales podrán evitar que Zimbabwe siga desintegrándose hasta colapsar por la pobreza y la violencia. No faltará quien entonces nos diga que se debe a cuestiones tribales.