Ante la Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria
Paradójicamente el 80% de estas personas son campesinos y campesinas. También es paradójico que en los últimos años se hayan producido alimentos como para nutrir suficientemente al doble de la población mundial. Si además sabemos que se han triplicado los precios de los alimentos en el último año, parece muy difícil de comprender por qué los productores se estén muriendo de hambre. Basta con escuchar qué nos dicen las organizaciones campesinas de todo el mundo para deshacer las apariencias y comprenderlo.
Nos dicen que esta crisis se ha “cocinado” durante décadas en las que los alimentos han sido tratados en el mercado mundial como una mercancía más. En las que se han combinado el desmantelamiento de las políticas agrarias nacionales, con la concesión de privilegios a unas pocas empresas multinacionales, en aras de un modelo agrario intensivo y orientado a la exportación. Es decir, orientado a la rentabilidad económica, no a la alimentación. Por eso a nadie parece extrañarle que los alimentos hayan llegado a servir más para especular en los mercados de futuros que para dar de comer a las personas. También hay quien ha querido ver en la producción de alimentos una alternativa a la crisis energética. Al fin y al cabo, si de ganar dinero se trata, más gastan los que disponen de vehículos que quienes tan sólo aspiran a una dieta suficiente.
Con mucha probabilidad en la reunión de hoy escucharemos grandes palabras, tal vez algunas promesas. Ninguna de ellas servirá para nutrir ningún organismo vivo. Pero podemos saber que el alcance de las palabras y las promesas será escaso en la medida en que vendrán acompañadas de los mantras típicos de las últimas décadas: más liberalización comercial, y algo de ayuda humanitaria para paliar la catástrofe.
La crisis alimentaria es algo más que una crisis humanitaria. Es la punta del iceberg de una crisis del modelo económico y político vigente, que persigue ambiciosamente la rentabilidad económica en manos privadas, aunque sea a costa de bienes públicos universales e insustituibles, como la tierra, el agua, y la alimentación. Hay millones de agricultores que ya lo entendieron y por eso promueven y exigen la “soberanía alimentaria” que fundamentalmente reconoce el derecho de los pueblos a garantizar la alimentación de su gente. Como se hizo durante siglos, cuando ni el mercado ni la técnica se habían erigido como dioses.