Miserias contra el SIDA
Después de siete años apenas ha conseguido movilizar la mitad de los recursos que consideraba necesarios para atender los programas que permitieran cumplir el sexto Objetivo del Milenio. La reunión de estos días debería plantearse de forma urgente cómo cubrir una brecha financiera de 5.000 millones de dólares para 2009 y 2010, puesto que la falta de financiación obligará a suspender numerosos programas en más de 140 países, además de impedir ampliar la cobertura y el alcance de los mismos, que aún son escasos.
Además cada día se infectan de SIDA 1.500 nuevos niños o niñas, esta enfermedad ya se ha convertido en la principal causa de muerte para poblaciones entre 15 y 50 años en muchos países africanos y asiáticos, descendiendo en muchos de ellos la esperanza de vida media por debajo de los 40 años. Como para estar atendiendo alusiones a no sé qué revolución de la espiritualidad sexual como algunos irresponsables se permiten anunciar. Más valdría no confundir prioridades con ideales, error que cometemos a menudo cuando hablamos de problemas ajenos.
El compromiso de los países donantes está aún por debajo de lo deseado. España, a pesar de ofrecerse como anfitriona de esta reunión y de los 600 millones que tiene comprometidos para el periodo 2008-2010, es uno de los países que menos aportación relativa a su renta realiza. Grupos de ONG aprovechan la reunión para solicitar un raquítico incremento de 100 millones de dólares, cuando la realidad es que España aporta sólo un 21% de lo que le correspondería en el cálculo de una “cuota justa” en función de su renta. Sólo aportan menos Japón e Italia.
Queremos que nuestros representantes políticos en la reunión de mañana no sólo comprometan más cantidad de dinero, sino que promuevan medidas políticas que abaraten los costos de los tratamientos. Es indignante pensar que los grandes beneficiarios de estas aportaciones públicas sean los propietarios del sector farmacéutico multinacional que venden a precio de oro sus tratamientos. Existen alternativas como las que se han demostrado en países como la India o Brasil de fomentar la fabricación de tratamientos genéricos a precios mucho más razonables. Los políticos deben promover reglas comerciales que permitan la producción de tratamientos a precios razonables, y que esta cuestión deje de ser tratada como una excepción a la regla que privilegia siempre a las grandes corporaciones.
Éstas suelen argumentar que esos precios abonan los costes de investigación y desarrollo de muchos años. Pensamos que además les arrojan márgenes de beneficio inexplicables e injustificables. En cualquier caso, si tenemos que elegir entre que el 70% de los infectados sigan sin poder acceder a sus tratamientos (el 85% si son menores de 15 años) o limitar y reducir drásticamente la voracidad del sector farmacéutico por su propia rentabilidad económica, en nuestra opinión, no hay duda. Sólo falta el coraje.