Haití: un año después, y otro y otro...
Y nadie nos dirá la verdad que todos sabemos y que todos prefieren callar. Haití es hoy la palpable muestra de un espectacular fracaso de eso que llamamos comunidad internacional. ¿O es que no era previsible que lloviera en la época de lluvias en el Caribe? ¿o es que era difícil de prever que el cólera se transmitiera donde no existen canalizaciones ni tratamientos de aguas negras? ¿o es que a nadie se le ocurrió examinar qué ha sucedido en las últimas elecciones en Haití, respecto de las dudas y dificultades para garantizar la transparencia y la legitimidad de sus procesos electorales? Todo lo que sucede en Haití hoy, era más que previsible hace un año. Es más, es exactamente lo que sabíamos que sucedería si no se aprovechaban las oportunidades que el terremoto proporcionaba: afluencia de instituciones y de recursos para abordar una reconstrucción del país, que no podía sino empezar por atacar las vulnerabilidades más que paliar los efectos del terremoto.
Los países e instituciones donantes han preferido emplearse a fondo en divulgar su generosidad, cargada de banderas y logotipos, antes que dar un paso atrás y concentrar todos sus recursos en la construcción de un plan de reconstrucción dirigido por las instituciones haitianas y estrechamente supervisado por las Naciones Unidas. Han preferido “repartirse” el territorio como si de un pastel se tratara, en lugar de responder a un plan articulado de transformación de las condiciones de gigantesca vulnerabilidad que asolan al país. Han preferido, una vez más, mantener sus intereses que van desde la venta de arroz excedentario a las instituciones de ayuda humanitaria, hasta el refuerzo del carácter bondadoso y humanitarista de nuestras fuerzas armadas.
Mientras tanto, los haitianos y las haitianas nos sirven bien para decorar nuestras tarjetas navideñas con los mejores deseos, y en su caso, para culparles del permanente desastre que nuestros medios de comunicación no se cansan de subrayar. Pareciera que en aquél país nadie sabe qué hacer, ni cómo hacer para cambiar la situación. Que en el fondo, tienen lo que merecen, por pobres, o por inútiles.
El fracaso haitiano es tan nuestro como suyo: las responsabilidades deben repartirse, ya que sus consecuencias tan sólo les afectan a ellos, que son las únicas víctimas. Al fin y al cabo, nosotros podemos seguir siendo solidarios durante cinco minutos, con nuestros mejores deseos y felices fiestas para todo el mundo.
El programa Solidaridad se emite todos los lunes a las 22.00 en Radio 5, RNE.