Discursos vacíos y marcha atras
Pero unos y otros han ido demasiado lejos. Se ha reducido la Ayuda al Desarrollo un 25% en la Administración general, que previsiblemente superará el 30% si sumamos los recortes de Autonomías y Municipios. La reducción del gasto público general para combatir la crisis no alcanza el 3%, pero la reducción de la Ayuda al Desarrollo superará el 30%. Es la prueba de que en realidad el recorte de la Ayuda no se explica como nos la quieren explicar. No se trata de cargarle al presupuesto de la faceta más solidaria de nuestras políticas su parte alícuota correspondiente por la reducción del gasto público, para a continuación afirmar que el compromiso del 0,7% sigue vigente y que tan sólo se aplaza del 2012 al 2015. Los hechos nos dan razones para temer que los compromisos han vuelto al terreno de los discursos vacíos y que sólo sirven para tratar de ocultar lo evidente: la política de cooperación en España ha emprendido una marcha atrás terrible, irresponsable y trágica para la suerte de millones de personas en todo el mundo. Los ODM ya no le importan a nuestros políticos, por mucho que se empeñen en decirnos lo contrario.
Ya estamos prácticamente con el calendario de las promesas vacías sobre la mesa, muy pronto serán las elecciones en algunas Autonomías y en los Municipios, y a la vuelta de la esquina los preparativos para las generales. Insistirán en sus promesas al tiempo que los hechos y las políticas nos indican que hemos vuelto seis años atrás, a los tiempos en que la Ayuda al Desarrollo además de raquítica, privilegiaba más bien los intereses exportadores de empresas españolas que las estrategias de lucha contra la pobreza de los países del Sur y los compromisos internacionales adquiridos por nuestro país para contribuir a la erradicación de la miseria. Volveremos al 0,3% cuando debíamos estar en el 0,6%. El sistema de cooperación no logró consolidar un periodo de reformas iniciado por este mismo gobierno, que no supo leer políticamente las oportunidades: por un lado la oportunidad de responder a una crisis global con respuestas coherentes con un nuevo modelo de desarrollo y de relaciones entre los Estados basadas en la cooperación; por otro lado tampoco entendió que aún tenía tiempo y recursos para dar el empujón definitivo a los intentos de reforma que habían quedado presa de intereses corporativos de nuestros diplomáticos y de intereses especulativos de nuestro sector privado. La faltó inteligencia y voluntad política para estar a la altura de los retos.
Aún en esta legislatura hay tiempo para rectificar. Aún puede hacerse valer de nuevo una matriz de política exterior basada en consensos internacionales en materia de desarrollo humano, más que seguir respondiendo a la lógica de los procesos de ajuste estructural decretados por los oscuros mercados financieros y avalados por las instituciones internacionales, que ya demostraron durante más de dos décadas sus nefastas consecuencias en las condiciones de vida de millones de habitantes de los países empobrecidos. Aún es tiempo de tomar decisiones valientes que modifiquen el Estatuto de la AECID para convertirla en un organismo coherente con las necesidades de la cooperación, aún es tiempo de rectificar los presupuestos y reducir partidas de defensa y armamento a favor de la Ayuda al Desarrollo. La sociedad civil lo exigirá antes o después de depositar sus votos, que también mostrarán el desacuerdo con la senda tomada.
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