Los precios de los alimentos básicos vuelven a estar en las portadas. La tendencia alcista de los últimos días se eleva sobre los precios registrados en verano de 2008, cuando la FAO advirtió que la subida de precios afectaría a 300 millones más de personas que no lograrían adquirir suficientes nutrientes para sobrevivir.
Los llamados “mercados de futuro y de productos básicos” ya están entre los preferidos de los inversores en el negocio bursátil mundial. Podemos comprar acciones sobre cosechas futuras de maíz de la misma forma que podemos invertir en petróleo. Timothy Wise calcula que actualmente son 9.000 millones de USD anuales, de los cuales el 85% escapan a los controles de los reguladores. Imposible saber quiénes “poseen” los derechos futuros, y qué hacen con ellos, si acaparan o especulan. En realidad la noticia no es que los precios de los alimentos vuelvan a subir, porque para explicar eso siempre podemos echar la culpa a los chinos y a su manía de elevar su nivel de vida, o también podemos ahora culpar al cambio climático. En realidad la noticia es que los precios de los alimentos básicos entraron en la ruleta de la incertidumbre, de la especulación, de la inestabilidad. Cada día menos personas siguen acaparando la capacidad de decidir sobre los derechos de muchas personas. Unas cuantas operaciones bursátiles generan cataclismos para la vida de millones de personas.
Actualmente 1.000 millones de personas no pueden acceder al alimento suficiente para sobrevivir. En el mundo se producen entre dos y tres veces más alimentos de los necesarios para proporcionar una dieta suficiente a los 6.600 millones de personas que lo habitamos. Pero a los acuerdos comerciales internacionales definidos por los intereses de la agroindustria, del transporte, de las cadenas exportadoras y de los grandes centros de distribución que crecen como setas configurando nuestras nuevas realidades urbanas. Sin espacios públicos abiertos que no sean ferias del consumo irracional e ignorante, creando necesidades a las nuevas generaciones que perdieron la calle para ganar el derecho a una plaza de garaje o para consumir cualquier producto sin saber de qué temporada es, de qué país viene, o cómo se ha producido. Ahora, en una vuelta de tuerca cruel, los mercados financieros, esos invisibles determinantes decidieron también especular con los alimentos. Que sea por su novedosa utilidad en el campo energético para la generación de los agro combustibles, que sea para acaparar y así elevar sus márgenes de ganancias da lo mismo. En cualquier caso, a esos inversores les conviene la carencia de alimentos, les conviene la presión de la demanda, así sus “acciones” subirán como la espuma.
Dice Naciones Unidas que son 30.000 personas diarias, las que fallecen en todo el mundo por falta de acceso a los alimentos. Alejandro Nadal, desde México donde sus gentes más humildes están siendo tan afectados por la subida del maíz, nos recuerda que se trata de un Tsunami diario como el que sufrió Japón hace justo un mes. Un mes en que ya han muerto 900.000 personas de hambre. ¿Quién quiere invertir sus ahorrillos en el hambre de otros?
Cada día más razones para exigir el control de los gobiernos sobre los mercados financieros, sobre las agencias de rating y sobre los mecanismos de regulación. Más impuestos, más transparencia, y más gobiernos. Menos liberalización, menos desregulación y menos exportación. El hambre se cura con democracia, no con mercadotecnia.
El programa Solidaridad se emite todos los martes de 1.00 a 2.00 horas en Radio 5, RNE.