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Redes y alianzas de ONGD en la globalización

Temática: Participación y Ciudadanía.
Autoría: Perales Arretxe, Iosu
Año de Publicación: 2007
La labor de las ONG de desarrollo en alianzas y redes, dentro del marco de la actual globalización que Isou Perales califica de darwinista, selectiva y excluyente, es una necesidad para poder conseguir los objetivos que como organizaciones se han fijado y para conseguir los ODM.

1* Construir otra globalización desde abajo.

El escenario de la actual globalización es el marco en el que han surgido nuevas redes y alianzas transnacionales que tienen como singularidad una mirada planetaria, global, de los problemas. No es que con anterioridad no existieran ese tipo de espacios, pues es bien sabido que las primeras internacionales modernas son ya del último cuarto del siglo XIX, así como las primeras alianzas sindicales de dimensión europea. Todo el siglo veinte, antes de la irrupción del neoliberalismo, fue ya un período en el que abundaron todo tipo de redes y alianzas sociales, políticas, culturales, de la comunicación y por supuesto de tipo económico, financiero y desde luego militares. Pero podemos decir que es en el marco de la actual globalización que se han multiplicado las redes y alianzas sociales, algunas propias de las ONGD, formando una extensa realidad mundial de espacios y estructuras de oportunidad política. Son actores transnacionales que funcionan con iniciativa propia y autonomía respecto de los Estados, utilizando recursos como Internet que amplían su capacidad de intercambio y movilización. Un hecho singular de esta época es la relación entre redes como necesidad de estar juntos, de construir juntos la sensibilización, de hacer ruido en modo de protestas y propuestas para que nos escuchen, y de actuar públicamente de manera simultánea en distintos lugares del mundo. Puede decirse que las redes, seguirán en los próximos años un paralelismo en extensión e importancia con la marcha de la globalización de la que parece emerger una sociedad mundial que requiere nuevos instrumentos políticos de regeneración democrática. El paisaje mundial ha cambiado significativamente en pocos años. Hace sólo dos décadas la palabra globalización apenas era utilizada en trabajos académicos, en la prensa y en la vida de las organizaciones sociales y políticas. Denostada por unos y alabada por otros la globalización es un proceso histórico, no el resultado de un acto como encender o apagar la luz de una habitación. Podemos decir que en el año 2025 estaremos más globalizados y en el 2050 aún más, claro que hemos de trabajar por otra globalización no neoliberal. En todo caso se trata de una transformación permanente de la realidad mundial que no sabemos hasta dónde podrá llegar a completarse, por cuanto su esencia es la de extender actividades. Del mismo modo las redes seguirán extendiéndose, ampliando sus actividades y tomando nuevas formas organizativas, sin que sepamos sus límites. Si bien, este proceso no es lineal. La globalización actual es darwinista, selecciona y excluye. Por eso, en el marco de una globalización que presiona hacia abajo las reacciones locales se suceden, bien para reclamar una democracia participativa, bien para responder con iniciativas de economía social, con frecuencia para dar respuesta a las consecuencias locales de política globales de orden neoliberal. Por ello, a la vez que constatamos una abundancia de agrupamientos transnacionales, observamos también una proliferación de organizaciones sociales en la esfera de lo local. Hay numerosas ONGD y organizaciones sociales que se mantienen en anclajes nacionales, y hay asimismo reacciones localistas como forma de rechazo a una globalización sin rostro humano. En realidad no debiera haber contradicción entre miradas locales y globales pues ambas se necesitan. Esta dialéctica es tanto más necesaria si reconocemos que la acción global sin arraigo en el territorio y la actividad localista sin visión planetaria, constituyen realidades cojas, limitadas. Afortunadamente en el estado español cada vez más ONG forman parte de redes y/o alianzas, siendo aproximadamente un 50% de éstas de dimensión internacional. En todo caso si la globalización supone un cambio en las formas de ejercicio del poder, de ello se deduce que se hace necesario impulsar también nuevas formas de respuesta, de resistencia y de propuestas alternativas. Frente a ámbitos de decisión cada vez más complejos, tecnoburocráticos y opacos no basta la acción solitaria ni la suma de acciones solitarias, como no basta la acción nacional ni la suma de acciones nacionales. En el marco de la globalización es imprescindible pensar, planear y actuar en el marco transnacional. Necesitamos aunar fuerzas para conocer mejor la complejidad de la nueva realidad mundial, así como desarrollar mecanismos para tratar de incidir sobre esa misma realidad. Necesitamos aprender a usar la fuerza que tenemos. Como bien dice Pedro Castro [1]. "Hoy más que nunca es necesario reforzar alianzas para defender un modelo de agenda social global de mayor justicia, distribución de la riqueza, de participación democrática y derechos humanos en el mundo. Tantas promesas incumplidas por los líderes del mundo, no pueden dejar en la desesperanza a millones de seres. Y todos somos responsables de que las cosas cambien". Así pues, las redes y las alianzas -su diferencia la establecemos por la mayor o menor laxitud de sus agendas y acuerdos internos, incluidos los modos de organización y funcionamiento- de organizaciones ciudadanas, sean de movimientos sociales o sean de ONGD, se constituyen precisamente por una necesidad nacida de la toma de conciencia de que sólo reuniendo fuerzas se puede aspirar a cambiar la realidad local y global. Un resumen de las virtudes de esta forma de agrupamiento puede ser el siguiente:
  1. Sólo acumulando fuerza social y política, construyendo una masa crítica, se puede obtener capacidad de presión para actuar en un mundo globalizado con alguna aspiración de influencia sobre las instituciones públicas, y a veces sobre las privadas.
  2. La unión de actores permite hablar más alto y extender un mensaje de denuncia, de resistencia, o de propuestas. Hacer que se conozcan las cosas es algo importante.
  3. Como resultado de los dos puntos anteriores: el agrupamiento facilita la elaboración de alternativas con posibilidades de ser escuchadas y tenidas en cuenta. Así por ejemplo, el movimiento por otra globalización hace posible presencias públicas simultáneas en lugares del mundo.
  4. En las redes y alianzas es factible una complementariedad entre modos de actuar, por ejemplo entre la protesta y la propuesta, entre el cabildeo y la actividad de calle.
  5. Son marcos de concertación de la sociedad civil y de recuperación de la acción política para la ciudadanía.
  6. Son expresión de lo que Javier Erro llama globalización de la solidaridad y/o globalización desde abajo [2] basada en una opción política.

NOTAS:
  1. ® Alcalde de Getafe en la Presentación del libro de la Plataforma 2015 y más "Alianzas contra la pobreza". Catarata 2005. Madrid.
  2. ® Ver su artículo "El estallido de las fronteras entre solidaridad y la cooperación al desarrollo: ¿amenaza o nueva oportunidad para las ONGD" en el libro "PALABRAS PARA EL CAMBIO" Colección PTM nº1.

2* Los límites de las actuales alianzas.

No es exagerado afirmar que entre las ONGD españolas hay un consenso sobre la importancia de participar en redes y alianzas [3]. Falta sin embargo una reflexión que haga balance de los resultados que ofrecen estos espacios al día de hoy, particularmente en cuanto a incidencia en las instituciones que deciden las políticas económicas y comerciales. La cuestión es ¿estamos logrando influir sobre las voluntades de los gobiernos, sus políticas de cooperación y sus mecanismos de intervención? ¿Estamos consiguiendo que políticas comerciales y Objetivos del Milenio no se opongan? La realidad es que las alianzas de ONGD son más observatorios que dan seguimiento a los gobiernos e instituciones internacionales que una fuerza con influencia real en aspectos sustanciales. Esto es lo que hay que intentar cambiar. En realidad, a las ONGD en tanto que parte de una sociedad civil con vocación de participar activamente en el diálogo sobre políticas públicas no se nos trata adecuadamente desde instancias gubernamentales y tampoco desde la Unión Europea. La tesis de que son las instituciones elegidas en las urnas las que representan el interés general de manera monopólica justifica la exclusión de las ONGD de los ámbitos de decisión, confirmando así un déficit democrático. Así por ejemplo, las alianzas europeas Grupo Sur, Aprodev y CIFCA [4] que damos seguimiento a las relaciones entre la Unión Europea y América Central, hemos podido comprobar como la Comisión y los gobiernos de ambas regiones no tienen el menor interés en considerar nuestras recomendaciones e incorporarlas a los distintos ámbitos de los Acuerdos de Asociación, asunto tanto más grave por cuanto les estamos recordando que entre los contenidos de estos acuerdos y los Objetivos del Milenio hay una completa discordancia. Existe, por el contrario, un punto de vista extendido entre los gobiernos según el cual se reduce la concepción de la sociedad civil a intereses puramente privados encarnados en los grandes intereses económicos. "En nuestra propia experiencia ya citada hemos podido comprobar que se nos considera en tanto que facilitadores de políticas públicas, pero como un problema a la eficacia de la gestión gubernamental y de la UE que prefieren contar con el concurso de expertos en lugar de abrir espacios realmente participativos" [5]. Y no se trata de negar legitimidad al espacio representado por el CESE (en el que participan patronos, sindicatos y el llamado tercer sector) en el caso europeo, pero sí de señalar que su rol no cuestiona el modelo de desarrollo en curso, además de que no puede ser el único referente para la interlocución entre sociedad civil e institucionalidad europea, habida cuenta la enorme riqueza asociativa con la que contamos. Es un hecho la desconfianza hacia las ONGD. Probablemente ello tiene que ver con el hecho de que estamos poniendo el dedo donde duele: "desafortunadamente, el reconocimiento de que es necesario un nuevo modelo de desarrollo no encuentra una coherencia en las políticas gubernamentales y en las alianzas de los países ricos. Se deciden programas loables, como la Declaración del Milenio, que pretenden corregir los daños acentuados por el neoliberalismo, pero no hay una voluntad real de modificar el modelo predominante que consagra al libre mercado como institución clave del desarrollo y concede a las privatizaciones un lugar prioritario en las políticas de liberalización económica. No es coherente abogar por la reducción drástica de la pobreza y al mismo tiempo pretender un acuerdo Multilateral de Inversiones que blinde los intereses de empresas multinacionales en los países del Sur en perjuicio de los intereses de las mayorías pobres" [6]. Mientras en la sociedad mundial se extiende la idea de que son necesarios cambios sustantivos para una relación más igualitaria Norte-Sur, el modelo predominante gestionado por gobiernos de países ricos y por instituciones financieras dominadas por aquellos sigue protegiendo la libertad de los flujos de capital, la competitividad de los más fuertes, el acceso a los mercados globales en ventaja para las grandes empresas, la consagración de la propiedad privada en detrimento de los bienes estratégicos públicos y la libre apertura de fronteras a la inversión. Es un enfoque que desconsidera lo social o que en todo caso lo subordina a un mercado integrado para los bienes, los servicios y los capitales bajo la idea errática de que, presumiblemente, producirá una aproximación en los niveles de renta. Los gobiernos de los países ricos firmantes de los ODM deberían explicar cómo piensan alcanzarlos si las políticas neoliberales que aplican van justamente en la dirección contraria. Ahora bien, visto en positivo, el consenso formal sobre el Desarrollo Humano Sostenible, la Declaración del Milenio y las conclusiones de muchas de las cumbres mundiales realizadas en los últimos años, suponen un reconocimiento de hecho de la debilidad estructural de la actual globalización que sigue aumentando la brecha entre ricos y mayorías empobrecidas. Ello constituye una victoria moral para las ONGD que desde hace años venimos reclamando medidas como la condonación de la deuda externa, la aplicación real del 0,7, un comercio justo y el desarrollo para todos los pueblos. Ello nos incentiva para seguir vindicando verdaderas estrategias de lucha contra la pobreza que sólo serán eficaces si son concertadas con la sociedad civil de los países del Sur, y al mismo tiempo nos plantea el desafío de conseguir que nuestras recomendaciones se reflejen en las políticas de cooperación. La conclusión es: tenemos razón, pero ¿cómo lograr que sea tenida en cuenta?. Siendo verdad que el primer obstáculo nos viene dado por la estrechez de los espacios participativos en la esfera de las políticas públicas, muy posiblemente el no saber usar la fuerza que tenemos constituye una segunda dificultad. Debilidad que se pone de relieve en la relación entre alianzas y una ciudadanía que está muy lejos de reconocer que la erradicación de la pobreza sea también su prioridad moral. Además, la relación con las instituciones públicas nos coloca con frecuencia en una posición dual que nos confunde: de una parte expresamos un malestar razonable y razonado, de otro lado tenemos la tendencia a movernos en el tranquilo terreno de lo "políticamente correcto" para no incomodar demasiado a las Administraciones Públicas. Ello nos plantea el problema de un cierto déficit sobre qué comunicar a la ciudadanía. Esta última no "siente" a las ONGD, no se reconoce como destinataria de un discurso de la denuncia y de la proclamación de valores, sino todo lo más interpelada a "resolver" sus problemas de conciencia con una pequeña cuota.
NOTAS:
  1. ® Patricia Déniz Alonso en su trabajo "¿Tienen las ONGD españolas un papel en la agenda 2015?" afirma que el 80% tienen presencia en al menos una red. Libro de la Plataforma 2015 y más "Alianzas contra la pobreza". Catarata 2005. Madrid.
  2. ® Representamos a más 60 ONGD europeas.
  3. ® Luis Guillermo Pérez en "La participación de la sociedad civil en el proceso de integración centroamericana. Expectativas, frustraciones y propuestas frente a las relaciones Unión Europea-Centroamérica". CIFCA. Bruselas, 2007.
  4. ® "Decálogo sobre Cooperación" Grupo Sur, 2006.

3* Las alianzas ante el desarrollo y los ODM.

En mi opinión son necesarios dar los pasos siguientes: a) fortalecer la dimensión internacional (europea) de las alianzas de ONGD; b) profundizar en la crítica al vigente modelo de desarrollo, no admitiendo que se rebajen los indicadores de los límites de tolerancia; c) ahondar en la función crítica en lo que se refiere al cumplimiento de los ODM; d) una mayor vehemencia y constancia en las actividades de lobby, poniendo énfasis en la construcción de una masa crítica con aliados políticos, sectoriales, institucionales. Estos cuatro puntos tienen como denominador común un problema estructural de difícil solución: la fuerza total de las ONGD es infinitamente menor a la de las grandes corporaciones y grupos de interés con poder económico, financiero, para poder incidir en las instituciones gubernamentales, en la UE y en Naciones Unidas. Nuestra fuerza que es sobre todo moral se debilita en los meandros institucionales y no logra el impacto necesario en los medios de comunicación. ¿Cómo construir fuerza social? ¿Cómo hacer para que la erradicación de la pobreza forme parte prioritaria de la agenda de la sociedad mundial? El desafío es tan formidable que en el estado español es mucha la tentación de reducir el campo de actividad al marco autonómico y/o estatal, donde la receptividad de los gobiernos, incluido el central, es muy aceptable. Sin embargo el compromiso de los ODM lo son de las Naciones Unidas y su aplicación sólo puede ser resultado de una concertación en permanente revisión entre países ricos, no la sumatoria de esfuerzos aislados. La presión hay que hacerla al mismo tiempo en todas las escalas. De nuevo el escenario de la globalización interpela a las ONGD a una intervención internacional. Nos encontramos en un punto en que lograr la visibilidad pública de los ODM, de los problemas y responsabilidades acerca de su cumplimiento, y de los actores, es fundamental. Probablemente no hay alternativas-milagro pero sí se puede dar un paso más en los modos de actuar, practicando la audacia. Pasar de ser observatorios y células de análisis a motores de movilización social requiere iniciar desde ahora un recorrido que -por poner un ejemplo- desemboque en 2010 en una capacidad para poner en marcha algo así como el Congreso Mundial Pobreza Cero como espacio permanente que promueva acciones simultáneas en el mundo y se constituya como organismo de fiscalización y de animación de Naciones Unidas, y espacio de interlocución y de presión hacia los países ricos. Existen ya redes internacionales como la Llamada Global para la lucha contra la Pobreza, por lo que no partimos de cero. La dimensión internacional es tanto más urgente dada la convicción basada en estudios rigurosos de que en 2015 el fracaso está asegurado.
  1. Las alianzas deben actuar sobre las organizaciones internacionales y las agencias de desarrollo de los países donantes que han establecido metas, procedimientos y recursos, con el de fin de presionar sobre las razones del incumplimiento y obligar a una nueva determinación sobre los objetivos y el grado de responsabilidad que debe asumirse. Se debe establecer una interlocución que haga posible la revisión de los mecanismos y recursos, y una evaluación acerca de le eficiencia en las intervenciones.
  2. Las alianzas deben exigir la participación activa de la sociedad civil y sus expresiones, entre ellas las ONGD, en los marcos de intervención creados para el cumplimiento de los ODM. Particularmente es la intervención de las organizaciones del Sur las que deben tener voz y voto y participar decisivamente en la aplicación de las políticas.
  3. Las alianzas deben hacer una reinterpretación de los ODM de manera de no dar por buena una visión que los concibe como límite de tolerancia y, de hecho, debilita las reivindicaciones de justicia y equidad. Hay que combatir una visión que combina erróneamente los ODM como mecanismo para reducir la pobreza extrema y un enfoque del desarrollo que confía plenamente en el libre mercado.
  4. Una visión conservadora concibe los ODM como cirugía para paliar los daños colaterales de políticas neoliberales que siguen agrandando las brechas de la desigualdad. La idea de "podemos reducir la extrema pobreza" y al mismo tiempo empujar procesos de liberalización, de privatización y reducción drástica del estado, de liquidación de la economía campesina y popular, es una idea plenamente vigente y dominante. Un ejemplo: ¿no es cierto que los ODM deberían ir acompañados de políticas que por ejemplo reconozcan las asimetrías en la relaciones comerciales UE-Centroamérica?. ¿Qué pasa con los ODM en esta región si el Acuerdo de Asociación que actualmente se negocia es un TLC puro y duro?. Planteado el asunto de esta manera, por lo demás realista, es una obligación de las alianzas que dan seguimiento a la Agenda del Milenio seguir asimismo muy de cerca las políticas económicas y los tratados comerciales Norte-Sur.
  5. Esto nos lleva a la necesidad de esa reinterpretación de fondo de los ODM. No pueden ser concebidos como solidaridad unilateral otorgada por la gracia de los países ricos y organizaciones internacionales, sino que deben descansar sobre el enfoque de la Corresponsabilidad. Lo que significa, tal y como señala Sousa Santos que "No se debe planificar el futuro sin reinterpretar críticamente el pasado". La responsabilidad del Norte en la actual situación del Sur debe hacer de los ODM no ya una intervención sobre una desgracia ajena sino sobre una realidad que interpela a nuestras propias responsabilidades, de modo que la pobreza es un problema también propio. Hacer que los ODM sean una palanca para un horizonte de logros significa que los procedimientos y recursos para conseguirlos deben estar vivamente presentes en las políticas económicas, financieras y comerciales, influyendo decisivamente sobre las mismas.
Una mayor vehemencia en las acciones de cabildeo sobre gobiernos y organismos internacionales debe descansar sobre el principio siguiente: tiene capacidad de incidencia quien tiene fuerza detrás y la representa. Mientras el mundo de la empresa muestra su fuerza económica como factor que incline la balanza, el mundo de las ONGD mostramos generalmente lo moral y la razón como factores de más peso. Sin duda nos falta algo decisivo: fuerza social. Esta fuerza hay que construirla dando en varias direcciones al mismo tiempo: a) construir una masa crítica con fuerzas políticas -aliados parlamentarios-, sindicatos, universidades, sectores; b) construir espacios de ONGD-movimientos sociales con denominadores comunes; c) fortalecer la presencia en la calle. La lucha por incidir en las políticas públicas para el desarrollo y el cumplimiento de los ODM no puede ser un asunto de especialistas. No puede reducirse tampoco a actividades intelectuales de seminarios y encuentros de diagnóstico. Todo ello es muy necesario, es realmente vital. Pero hacer falta una proyección más ambiciosa para influir realmente sobre los ámbitos de decisión. Se trata de ser mucho más que observadores y gestores de actuaciones públicas. Justamente un criterio que debe mover a las ONGD comprometidas con el cambio social es evitar la acomodación y seguir consolidando la vocación por otro orden social. La palabra audacia puede resumir bien el desafío del presente.

4* La batalla por la visibilidad pública.

Construir fuerza social a partir de la fuerza moral de las redes y alianzas plantea la necesidad urgente de impulsar una opinión pública crítica a través de la comunicación. No concebida como un mero asunto técnico para abrir un camino en la competencia del mercado, sino como un asunto de comunicación social educadora de valores. "La tendencia es que desde las ONGD se vive y piensa la experiencia de comunicar como un conflicto con los medios de comunicación" [7] que lo hay, pero se tiende a no querer ver un conflicto previo de comunicación dentro de ellas mismas. ¿Son interesantes nuestros productos comunicativos? En palabras de Díaz Salazar ¿estamos logrando superar la "cultura de la solidaridad" dominante por una contracultura de la solidaridad basada en la idea de corresponsabilidad?. Estamos ante el reto de reinventar la comunicación, de manera de hablar menos de nosotros mismos y más de las causas que defendemos. La batalla por la visibilidad pública aplicada a los ODM, implica diseñar una estrategia que debe comprometer a las alianzas, a todas sus organizaciones miembro, superando la improvisación, los intereses particulares y esa cultura gerencial que busca réditos inmediatos en forma de ingresos. Dicho de otra manera, es necesaria una politización de las ONGD que de más calidad a sus reflexiones, denuncias y propuestas, desde un enfoque que admita la mayoría de edad del público. Una politización que nos coloque de manera sincera ante la complejidad del desarrollo y de los ODM. Sabemos que estos últimos no se van a cumplir. Pero, sabemos también que mientras el actual modelo económico neoliberal persista, fracasará cualquier nueva agenda del Milenio. De hecho hay una incompatibilidad. Pero esta realidad lejos de vivirla con resignación, hay que vivirla desde una actitud de subvertir lo que parece inevitable. Sinceridad ante la complejidad de la globalización es por consiguiente informar, denunciar, reflexionar y discutir, acerca de la interdependencia existente entre modelo económico, desarrollo, pobreza y riqueza, y ODM. No podemos contentarnos con atribuir a los gobiernos y a Naciones Unidas una falta e interés por no poner en marcha los recursos necesarios parea cumplir los ODM, como si ello no tuviera nada que ver con las políticas económicas que cada día abren más brechas de desigualdad y fabrican más pobreza. Por consiguiente, una nueva comunicación dirigida a la ciudadanía requiere posiblemente más vehemencia, más profundidad y más implicación de las organizaciones en las alianzas que deben vivirlas no desde intereses particulares sino desde la opción de trabajar en red para generar un pensamiento-red que impulse una sociedad-red [8].
NOTAS:
  1. ® ERRO SALA, J. y VENTURA, J. (2002): "El trabajo de comunicación en las ONGD del País Vasco", Bilbao, Hegoa.
  2. ® GARCÍA ROCA, J. (2004): Políticas y programas de participación social, Madrid, Síntesis.
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