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Cuando solo la ayuda no es suficiente

Cuando solo la ayuda no es suficiente

Pablo J. Martínez / Silvia M. Pérez (Plataforma 2015 y más)
Publicado el 11 de febrero de 2014
En este artículo, publicado en la sección Planeta Futuro del diario El País, analizamos por qué la lucha contra la desigualdad y la pobreza han de ser luchas globales y por qué un desarrollo centrado en los derechos justo y global sólo puede conseguirse a través de la coherencia de políticas.
Falta escasamente un año para que en 2015 se cumpla el plazo que la comunidad internacional se marcó para reducir significativamente la pobreza. Después de quince años las metas no sólo no se habrán alcanzado, sino que la desigualdad se ha disparado en la mayoría de los países (incluido el nuestro).
 
No sólo es que la Declaración del Milenio, tan llena de buenas intenciones, y los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) no se vayan a cumplir. Es que cada día estamos más lejos de las soluciones para el cambio climático y la degradación ambiental, aumentan las desigualdades, crecen las trabas a las migraciones con políticas homicidas, y se dispara el número de refugiados y desplazados a causa de las guerras, los estados frágiles y los desastres climáticos.
 
Cada día hay más personas sin acceso a medios de sustento que puedan considerarse empleos dignos y con derechos. Tres cuartas partes de las personas más pobres del planeta son mujeres y en prácticamente todo el mundo siguen siendo evidentes las discriminaciones en forma de comportamientos y legislaciones machistas.
 
Claro que pueden mostrarse algunos avances nada despreciables tal y como hacen con frecuencia e insistencia las instituciones internacionales y muchos gobiernos. Existen algunas buenas prácticas que deben tenerse en cuenta, pero la persistente realidad es que en este periodo, al tiempo que aumentó la brecha entre ricos y pobres, no se han reforzado los sistemas de cooperación internacional destinados a resolver los problemas comunes. El Protocolo de Kyoto sigue, más de veinte años después sin ser firmado por algunos de principales responsables de las emisiones nocivas; el G-20, la UE y la OCDE, después de afirmar que habría que “reformar el capitalismo” para responder a la crisis, miran para otro lado y olvidan la lucha contra los paraísos fiscales. Los gobiernos en la misma línea, presionan a las clases bajas y medias con impuestos al consumo y al trabajo, eludiendo gravar a los beneficios del capital.
 
El sistema de cooperación internacional no ha evolucionado para librarse de los intereses geoestratégicos de los países donantes y sigue siendo instrumentalizado para auto-proporcionarse beneficios más que para responder a los desafíos de los países empobrecidos. El 0,7% nunca se alcanzó y está tan lejos como siempre. Igual que la mayoría de las demandas que los países supuestamente destinatarios han venido haciendo frecuentemente. Los países donantes lo siguen siendo sin compromiso ni vigilancia alguna, sus políticas de ayuda no responden a ningún acuerdo serio ni colectivo, sino a su arbitraria y discrecional voluntad. Esto explica que España no haya recibido ningún tipo de correctivo, sanción o ni siquiera amonestación después de desmantelar por completo su cooperación en apenas cuatro años. El volumen total de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) desciende en los últimos años, y está de moda vincular objetivos de internacionalización de las empresas exportadoras con los de la ayuda. Con fondos del presupuesto público de ayuda se aumentan los fondos destinados a financiar a empresas y a incentivar inversiones y disminuyen los destinados a presupuestos públicos para garantizar los accesos a la educación, la salud o la protección social. Cada vez hay más personas a la intemperie ecológica, económica y social.
En este contexto se están realizando multitud de consultas y procesos de debate acerca de cuál debe ser el formato, el contenido y el alcance de la nueva agenda de desarrollo post 2015. Millones de miradas están a la expectativa y claman por una nueva agenda que tenga un carácter más integral y holístico. Sabedores de que las políticas de ayuda no son ni mucho menos suficientes, existe una conciencia creciente de la necesidad de que los gobiernos de los países ejerzan sus responsabilidades con una mirada puesta en los desafíos globales.
 
Los y las ciudadanas cada vez entienden menos las políticas de ayuda. Y es que la crisis nos ha suministrado un espejo en el que también se ven reflejadas la inequidad y las incoherencias de nuestras propias políticas en nuestros territorios.
Sujetos a un discurso en el que el modelo de desarrollo cada vez aparece más unido únicamente al crecimiento económico seguimos atados a una realidad económica que es incompatible con la universalización de los derechos. ¿Podemos apostar por el derecho a la sanidad universal en foros internacionales y acabar con este derecho en España?
 
Comprender que la lucha contra la desigualdad y la pobreza han de ser luchas globales, y que es imprescindible apostar por un modelo de desarrollo centrado en los derechos humanos si realmente queremos revertir las desigualdades y acabar con la pobreza de aquí y la de allí es el primer paso. Apostar por la coherencia de políticas para conseguir un desarrollo humano, justo y global, es el segundo. ¿Estará dispuesta la comunidad internacional a apostar por este consenso transformador como la nueva meta tras el 2015? Las políticas de ayuda siguen siendo necesarias, ahora bien, sólo si su enfoque y el resto de políticas apuestan por un modelo de desarrollo equitativo global.