Trabajo infantil en América Latina y el Caribe: su cara invisible
Temática: Derechos Humanos /DESC.
Autoría: Milosavjlevic, Vivian y Montaño, Sonia
Año de Publicación: 2009
Mientras la mayoría de los niños y niñas de la región ya van a la escuela, los que no lo hacen o no permanecen en ella tienen ante sí pocas opciones. Muchas niñas se quedan a servir en su propia casa y sin pago,o van a otra casa a servir en condiciones precarias con baja o nula remuneración, mientras los niños optarán por buscar ingresos que compensen o complementen los de padres y madres. Se reproduce así la espiral de la desigualdad.
1* Introducción.
La mayoría de las sociedades se organizan en torno del trabajo. De hecho, en las sociedades modernas gran parte de los derechos de ciudadanía se relacionan con tener o no tener trabajo remunerado, lo que sumerge en la oscuridad estadística y social al trabajo no remunerado. La protección como derecho, con algunas excepciones, se deriva principalmente del empleo formal. Se obtiene salud y jubilación si se dispone de empleo formal y, dado que en el modelo tradicional aún constituyen mayoría los hombres que tienen este tipo de empleo, son ellos quienes pueden derivar los beneficios a la cónyuge y a los hijos e hijas. El trabajo moderno que reproduce las relaciones jerárquicas de género se construye sobre la base de una clara distinción entre la esfera pública y productiva y la esfera privada o reproductiva. A esto le corresponde una división sexual de roles y comportamientos que se construyen principalmente en la familia, la escuela y todas las instituciones donde se transmiten valores relativos al lugar de mujeres y hombres y, en el caso que nos ocupa, de niñas y niños. Se ha reiterado hasta el cansancio que el rápido y masivo ingreso de las mujeres al mercado de trabajo remunerado constituye una de las transformaciones culturales más importante del siglo pasado. Si bien la mayoría de ellas aún trabajan en peores condiciones que los hombres, obtienen los ingresos necesarios para cubrir necesidades básicas. Además, el trabajo remunerado es una fuente de autonomía muy relevante, y hoy se puede afirmar que las mujeres salen a trabajar porque lo necesitan y porque quieren. Asimismo, en casi la totalidad de los países la proporción de mujeres que estudian supera a la de los hombres, mientras que entre la población económicamente activa la presencia de mujeres adolescentes es significativamente inferior a la masculina. Así, mientras las jóvenes alcanzan mayores niveles de escolaridad, los jóvenes quedan rezagados en los estudios e inician más precozmente su experiencia laboral (véanse los gráficos 1 y 2).2* El trabajo en los hogares.
Muchas niñas que se mantienen en la escuela realizan quehaceres domésticos caracterizados por su intermitencia y simultaneidad, lo que les permite compatibilizarlos con su asistencia a la escuela. De los niños -que realizan menos trabajo doméstico-, muchos suelen acceder a trabajos de gran riesgo social y que afectan a su salud. Estos efectos son más evidentes que los que sufren las niñas que permanecen en los hogares propios o ajenos. En general, los niños que laboran lo hacen en trabajos informales, nocturnos y sin protección de ningún tipo. A menudo, el trabajo no remunerado en los hogares no se reconoce ni se califica como intolerable o inaceptable, pues se sabe menos sobre él. Además, su invisibilidad estriba en que no califica como producción tradicional y por lo tanto no se mide por los indicadores económicos tradicionales. Por otra parte, el empleo doméstico de las niñas llega a justificarse culturalmente cuando los patrones las envían a la escuela, les otorgan vestimenta y vivienda, manteniendo relaciones de servidumbre y explotación al margen de la ley, pero toleradas socialmente.NOTAS:
- ® "La mujer y la infancia. El doble dividendo de la igualdad de género", UNICEF 2007.
3* ¿Cuál es el precio que han pagado las mujeres y las niñas por salir a trabajar y obtener ingresos propios?.
El escenario social refleja una paradoja. Por una parte, las niñas estudian más y quieren ingresar al mercado de trabajo. Por otra, no cuentan con las condiciones para abandonar las responsabilidades familiares. El precio pagado por las mujeres ha consistido en mantenerse atadas a la "obligatoriedad" del trabajo doméstico no remunerado, que persiste en la base de la organización familiar. Un pacto privado generalizado, en ausencia de políticas públicas, sostiene la división sexual del siglo pasado para avanzar a la sociedad del siglo XXI. Más preocupante aún es que este precio se comienza a pagar desde la niñez y continúa a lo largo de todo el ciclo de vida. Cuando el trabajo sin remuneración es insuficiente para la reproducción de la familia, entonces la sociedad cuenta con un contingente importante de niñas/mujeres preparadas para ir a trabajar como empleadas domésticas. Efectivamente, un grupo considerable marginado del estudio y el trabajo remunerado está compuesto por las jóvenes que se dedican a los quehaceres del hogar, muchas de las cuales no finalizarán sus estudios y tendrán una deficiente incorporación al mercado laboral. Entre la población infantil de 10 a 14 años y sobre la base de las encuestas de hogares de los países, es posible constatar que el porcentaje de niñas que declaran como actividad principal la realización de quehaceres domésticos en sus propios hogares no es marginal en varios de los países de la región, y fluctúa entre un 7% y un 14% en El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala (véase el gráfico 3).NOTAS:
- ® IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing, China 1995.
- ® Convención sobre los Derechos del Niño, 1989.
4* Recapitulación: entre servir en las casas y penar en las calles.
En 2006, la deserción escolar de los niños superó a la de las niñas en la mayoría de los países, salvo en Bolivia, Guatemala y el Perú. Estos tres países presentan también índices de analfabetismo femenino más elevados que en la mayor parte de la región, lo que favorece la transmisión intergeneracional de la pobreza y, con ella, de usos y costumbres patriarcales. La división sexual del trabajo desde la infancia implica que las niñas refuerzan aprendizajes propios del cuidado dentro de los hogares, mientras que los niños que trabajan lo hacen por dinero y fuera de casa. Esta diferenciación de roles permite, por una parte, que las niñas se mantengan en un entorno más protegido aunque no exento de riesgos, mientras que los niños al salir de la casa ganan en movilidad, pero se exponen a mayores riesgos sociales y de seguridad. Paradójicamente, la socialización de las niñas como cuidadoras y trabajadoras domésticas no remuneradas las mantiene en el interior de los hogares desde donde pueden, en muchos casos, combinar estudios y trabajo, ambos de mala calidad y contrarios a sus derechos. Mientras que los niños son expulsados a la calle en busca de trabajo en condiciones de riesgo e incertidumbre. Ellos se ven confrontados con entornos menos protectores y más desafiantes. Ellas, confinadas a espacios de mayor protección y obediencia. El andamiaje institucional existente entre la escuela, la familia y el mundo laboral favorece la asistencia de las niñas a la escuela. Pero lo hace sin interpelar los roles de género y los principios de abnegación, altruismo y desprendimiento asociados con las mujeres. Es necesario entonces atacar la desigualdad allí donde se inicia, respetando el derecho de niños y niñas a estudiar y limitando la edad de ingreso al mercado laboral de niños, niñas y adolescentes. Es preciso también promover políticas educativas y laborales que transformen el pacto familiar de subordinación de las niñas en otro de derechos y responsabilidades compartidas desde la educación inicial, incluidas las actividades de cuidado no remunerado. Con demasiada frecuencia, el trabajo no remunerado en los hogares es considerado como aceptable en tanto no interfiere con el acceso a la escuela y aparece como una actividad compatible con los horarios escolares. Lo que no se reconoce es que esta práctica tan generalizada sellará el futuro laboral de las niñas y reproducirá las relaciones de género que asignan a las mujeres el papel de cuidadoras, aunque ellas quieran o deban trabajar.
Mas información: http://www.eclac.org/dds/noticias/desafios/5/35045/Boletin-desafios8-CEPAL-UNICEF.pdf
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